Gabriel Morales Sod

Llegó la hora de un impuesto corporativo internacional

VOCES DE LEVANTE Y OCCIDENTE

Gabriel Morales Sod
Gabriel Morales Sod
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El mundo se encuentra en uno de sus momentos más críticos. Aunque las naciones más ricas, por medio de las campañas de vacunación, han comenzado a salir de la crisis, se calcula que, en el próximo año, 150 millones de personas entrarán en condición de pobreza y que las economías de los países más pobres, incapaces de financiar vacunas, tardarán meses en salir de la recesión, dificultando la recuperación de la economía mundial. Al mismo tiempo que miles de personas han perdido sus empleos, las grandes empresas, en particular en las áreas de tecnología, han incrementado de manera exponencial sus ganancias.

Con este panorama como fondo, un mundo ya de por si desigual en donde las brechas se profundizarán aún más, la secretaria del Tesoro estadounidense, Janet Yellen, manifestó uno de los cambios más significativos en la posición económica de Estados Unidos en las últimas décadas: como parte de las políticas de Washington para salir de la crisis y para crear una sociedad más justa, el presidente Biden liderará el establecimiento de un impuesto corporativo mundial. Biden se une así a una serie de países, entre ellos Francia y Alemania, que han tratado, sin éxito, de avanzar esta política.

Un impuesto corporativo mínimo detendría uno de los fenómenos más perjudiciales para la economía mundial, la creación de paraísos fiscales que permiten a las grandes empresas evadir impuestos, quitándole a los gobiernos del mundo los ingresos necesarios para establecer programas sociales y financiar su gasto. Aunque por el momento no se conocen los detalles de la propuesta que se tratará de avanzar en la reunión de los países del G-20 este verano, una de las ideas que ha ganado más fuerza es cobrar impuestos a las empresas no en donde están registradas (por ejemplo, las Islas Caimán), sino en donde se encuentran sus clientes. De esta manera se evitaría la evasión fiscal de billones de dólares. Además, un impuesto corporativo internacional detendría la carrera de distintos países por ofrecer tasas de impuestos artificialmente bajas, política que beneficia sólo a las grandes empresas y no a los ciudadanos de estos estados.

Por muchos años varios economistas han señalado que ésta es una de las mejores maneras de detener el incremento de la desigualdad en el mundo; sin embargo, los lobbies de las grandes empresas han puesto todos sus recursos para tratar de evitar que estas reformas ganen impulso. Paradójicamente Biden, el demócrata moderado que ganó la elección con una campaña relativamente centrista, ha decidido tomar el liderazgo y enfrentarse a los grandes intereses económicos con el objetivo de financiar sus ambiciosos planes de infraestructura y ayuda social. México debe participar en este esfuerzo.