Gabriel Morales Sod

Me vacuné

VOCES DE LEVANTE Y OCCIDENTE

Gabriel Morales Sod
Gabriel Morales Sod
Por:

La semana pasada escribí sobre el porqué Israel lidera por mucho la carrera en vacunación. La farmacéutica Pfizer lo eligió como el país con las mejores condiciones para probar la efectividad de la inmunidad comunitaria a través de las vacunas. La semana pasada me tocó a mí. El proceso fue sencillo. Llamé a mi seguro médico (público) y después de darme algunas indicaciones me dieron dos fechas para la primera y la segunda dosis de la vacuna.

La entrada al centro de vacunación no estaba bien coordinada; un guardia, sin entrenamiento, tomó las identificaciones de quienes tenían cita y nos fue llamando uno por uno, sin un orden preestablecido. Quien se puso listo esperó 10 minutos, quien no, 40. Sin embargo, pronto el orden del complejo sustituyó al desorden de afuera. Esperé sentado en una silla separada por dos metros del resto, por cinco minutos, hasta que mi turno apareció en la pantalla. Esperé afuera por 15 minutos para observar alguna posible reacción alérgica que no se dio y me fui a casa, vacunado. Los efectos secundarios varían de persona a persona y la mayor parte de mis conocidos los reportan después de la segunda toma. Para mí fue dolor de brazo y de cabeza por unos días, nada dramático.

Las vacunas han cambiado ya el comportamiento de las personas, los encuentros sociales se sienten más cómodos. Sin embargo, quienes estamos vacunados aún estamos a la expectativa de saber no sólo si la vacuna nos protege (eso lo sabemos ya por los estudios), sino de contraer el virus, aún podemos contagiarlo a los demás; la mayoría de las vacunas no protegen necesariamente contra el virus, sino contra sus estragos. Y luego están los que no se han vacunado. No me refiero a los de menos de 30 años a quienes aún no les ha tocado, sino los grupos de la población, judíos ortodoxos y árabes, cuyo porcentaje de vacunación es bajo porque simplemente no van a vacunarse.

Esta diferencia ha dividido al país en dos: los que estamos vacunados y la población entre la que el virus se expande rápidamente, ubicando a Israel entre los 10 países con más casos diarios per cápita. Muchos hablan de pasaportes verdes, que permitirían ir a eventos culturales y restaurantes, pero nada cambiará hasta que el resto de la población no cumpla con las regulaciones y se vacune. Nuestras fantasías de volver a la normalidad, que deberían estar a la vuelta de la esquina después de la vacuna, parecen lejanas. Mientras tanto a mí todavía me queda esperar los efectos secundarios de la segunda dosis.