Gabriel Morales Sod

Para Netanyahu el fin está más cerca que nunca

VOCES DE LEVANTE Y OCCIDENTE

Gabriel Morales Sod
Gabriel Morales Sod
Por:

Primero fue el turno de Turquía, Hungría, Polonia, Hong Kong y Filipinas, y ahora ha llegado el turno de Israel. En todos estos países el proceso ha sido similar.

La llegada de líderes con tintes autoritarios, con alta legitimidad entre la población, conllevó a un deterioro paulatino de las instituciones políticas liberales hasta llegar al punto donde es difícil llamar a estos países democracias. Lo que comenzó como ataques a la oposición y críticas a la prensa pronto se convirtió en una afrenta directa del Poder Ejecutivo contra las demás ramas de poder, intentando dominarlas para poder así tener control absoluto.

Esta semana, el primer ministro de Israel, incapaz de formar una coalición que le permita mantenerse en el poder y salvarse de su juicio por corrupción, llevó a cabo quizás la acción más aberrante que haya cometido en contra de las instituciones democráticas en el país, y eso es decir mucho. En un acto que muchos tardaron en creer que fuera verdad, Bibi nominó como ministro de Justicia a un miembro de su propio partido, violando el acuerdo de coalición con el que llegó al poder y, por primera vez a vista de todos, la ley del país. Según el acuerdo de coalición, que él mismo promulgó en el parlamento, el ministro de Justicia, un puesto clave para determinar el resultado del juicio de Netanyahu, debe pertenecer al partido de centro con el que formó un gobierno de unidad.

Uno de los principios esenciales de toda democracia es la separación de poderes, principio cuyo objetivo es proteger a los ciudadanos del abuso de poder de alguna de las autoridades, casi siempre del Poder Ejecutivo. A pesar de que este diseño, casi siempre tripartita, ha permitido a las democracias florecer, el sistema tiene una importante falla: la incapacidad del Poder Judicial de implementar sus órdenes. Por lo tanto, después de que la Suprema Corte detuviera la nominación de Netanyahu, el país entró en la crisis constitucional más profunda de su historia: el primer ministro, desesperado por salvarse, está dispuesto a todo, incluso si va en contra de la ley.

Después de horas de caos, con el país al borde de una crisis social sin precedentes, y con todos preguntándose qué haría la Corte si el primer ministro se negara a acatar sus órdenes, Netanyahu terminó rindiéndose y dejó a su rival, Benny Gantz, como ministro de Justicia. Pocos han conseguido explicar cuáles eran las intenciones de Bibi, ¿nombrar un ministro que le otorgara inmunidad?, ¿provocar un enfrentamiento en contra del Poder Judicial para ganar el apoyo de su base de ultraderecha?, ¿distraer a sus rivales políticos, quienes se encuentran a punto de formar una coalición que lo saque del poder? Lo que es casi seguro es que Netanyahu sabía desde el inicio que su jugada fallaría, así que probablemente la respuesta al porqué de este acto inconstitucional, desesperado y voraz, es que Netanyahu quería crear caos, un caos que de una manera u otra le permita seguir gobernando, a pesar de haber perdido en las últimas elecciones. Las acciones de Bibi recuerdan a las de otros líderes autoritarios en sus últimos días, acciones desesperadas, a veces sin sentido, que indican que el fin está más cerca que nunca.