Gabriel Morales Sod

Viajando en los tiempos del Covid

VOCES DE LEVANTE Y OCCIDENTE

Gabriel Morales Sod
Gabriel Morales Sod
Por:

Este mes tuve la oportunidad de viajar a visitar a mi familia desde el Medio Oriente hasta México. Para todos ustedes que tienen miedo de viajar, o piensan en aeropuertos como un lugar amenazante, puedo decirles que, al contrario de todas mis expectativas, el proceso fue relativamente fácil. Sin embargo, más allá de los detalles del vuelo, viajar internacionalmente en estas épocas me dio el lujo de tener una pieza que me faltaba para entender la crisis actual: perspectiva.

Cuando dejé Israel, el país estaba a punto de iniciar su segunda cuarentena; habían sido meses difíciles. Después de que el país saliera triunfante de la primera ola, la gente salió a las calles como si el virus hubiera desaparecido. No sólo se celebraron bodas, fiestas y eventos religiosos, sino que el Covid pasó a ser una molestia y las regulaciones, que podrían haber detenido el avance del virus, parecían ser sólo una recomendación incómoda.

El último día antes de partir de Israel tomé un café por la mañana. En una esquina remota había un gel desinfectante que parecía como si algún cliente distraído lo hubiera olvidado; los meseros, que por ley tienen que portar cubrebocas, los colocaban en sus brazos para tenerlos disponibles en el caso improbable de que la policía se diera una vuelta por el lugar. El cambio que sentí al llegar a México fue radical. De pronto, a pesar de que Israel estaba entrando en una cuarentena y en México casi la totalidad de los servicios se habían reabierto, me sentí de manera mucho más profunda en medio de una crisis de salud. En cada restaurante o tienda en los que entré en el país había las mismas normas; al contrario de Israel, es raro ver a personas sin cubrebocas en las calles y las regulaciones, que en Israel parecían imposibles de entender, de pronto eran relativamente claras para todos.

Esto no significa que la estrategia de México para enfrentar el virus sea ideal. El país tiene hoy una de las tasas de mortalidad más altas en el mundo. Sin embargo, la sociedad mexicana ha respondido al virus de manera distinta, más coordinada, más solidaria. A pesar de que el Gobierno mexicano ha sido duramente criticado por su manejo de la crisis sanitaria, el pacto entre el Estado y la población sigue siendo relativamente fuerte. Mientras en Israel, sólo un porcentaje bajísimo de la población confía en el gobierno, que con su irresponsabilidad ha causado el recrudecimiento del virus y la crisis económica, en México los niveles de confianza en las autoridades son estables; no sólo eso, mientras en Israel los distintos sectores de la población (seculares, religiosos, árabes y otros) se culpan los unos a otros por la pandemia, causando una profunda crisis social, en México, a pesar de las críticas, el pacto social sigue en pie. Más allá de la opinión que los mexicanos tengan sobre el Presidente, se siente en el ambiente como si el país entero, uno solo y no un rompecabezas en partes, se está enfrentando ante una amenaza externa.

Mi viaje me enseñó que es posible enfrentarse a esta crisis sin generar una profunda división que permanecerá años después de que se encuentre una vacuna, y que en México, a pesar de la profunda polarización política, ésta no ha corroído a la sociedad al punto de romperse en pedazos ante una crisis. Esto podría parecer insignificante. No obstante, viniendo de una sociedad resquebrajada, pude entender la importancia de tener, aunque sea, una base mínima de solidaridad social.