El pecado original

VOCES DE LEVANTE Y OCCIDENTE

GABRIEL MORALES SOD
GABRIEL MORALES SOD
Por:
  • Gabriel Morales Sod

Una nación que nace en pecado está condenada a enfrentarse, una y otra vez, a sus propios fantasmas. La creación de Estados Unidos representó, sin duda, un gran momento histórico, donde se consolidaron y establecieron valores e instituciones que tan comunes nos son hoy en día (por ejemplo, la celebración de elecciones libres, la libertad de prensa y la división de poderes), pero que sin duda transformaron el paradigma de las relaciones entre ciudadanos y Estado.

Sin embargo, a pesar de que la igualdad de derechos se estableció como el principio constitucional elemental de la nueva nación, pronto fue evidente que la palabra escrita estaba enormemente alejada de la realidad: ¿cómo reconciliar el principio de la igualdad de derechos con la esclavitud, que se convertiría en el principal motor económico del joven país? ¿Si todos los hombres fueron creados iguales, por qué miles se encontraban subyugados a los designios de unos cuantos? Esta tensión ha definido desde entonces la historia de Estados Unidos: una serie de luchas entre dos distintos grupos que buscan ya sea acabar con esta contradicción o mantener el statu quo.

El primer episodio fue la Guerra Civil, donde la negativa del sur a acabar con la esclavitud culminó en una guerra sangrienta. La victoria del norte fue breve. Aunque la esclavitud terminó, los estados del sur pronto diseñaron cientos de mecanismos institucionales, legales y culturales para restringir la participación de los afroamericanos en la vida pública; un sistema que a posteriori se denominó como el Jim Crow.

La segregación se profundizó en el sur, los linchamientos se convirtieron en práctica común y el voto le fue negado a cientos de miles de ciudadanos quienes, según la Constitución, deberían tener los mismos derechos que el hombre blanco.

Comenzó entonces la segunda gran transformación. En la década de 1950 el movimiento por los derechos civiles lanzó una batalla que culminaría con importantes decisiones legales y reformas constitucionales que acabaron, por lo menos en el papel, con la segregación y la privación del derecho al voto. Éstos fueron los días de Rosa Parks, Martin Luther King y Malcolm X. No obstante, como sucedió en el primer capítulo de la historia, la contrarreacción no tardó en llegar. Esta vez, sin embargo, los mecanismos de discriminación fueron menos explícitos.

Detrás de las sombras, la policía comenzó a inundar los barrios afroamericanos alrededor del país y una serie de leyes y mecanismos de discriminación culminaron en la creación de un sistema de encarcelamiento masivo que puso detrás de las rejas a millones, destruyendo así ciudades y familias enteras. A pesar de que el crimen se redujo aceleradamente en los últimos 20 años, el número de presos afrodescendientes sólo aumentó y aumentó.

El tercer capítulo comenzó entonces: miles de jóvenes afroamericanos, latinos y sus aliados salieron a las calles con un grito común: Black Lives Matter. Hartos del atosigamiento policial, el encarcelamiento masivo y la discriminación laboral comenzaron de nuevo la lucha por acabar con el racismo sistémico. Como era de esperarse, la reacción del bando opuesto no tardó en llegar, y todos vimos anonadados cómo el racismo llevó a Trump a la Casa Blanca. Este mes, de nuevo, inició una nueva etapa en la batalla por la igualdad. Años de lucha, reacción y contrarreacción han cambiado paulatinamente el rostro de la nación; no obstante, esta tensión y lucha seguirán definiendo el futuro de este país hasta que se acabe con el pecado original.