Morelos y el coronavirus

COLUMNA INVITADA

[MISSING]binding.image.description
[MISSING]binding.image.description
Por:
  • Germán Martínez

Crisis de salud, crisis económica, crisis de seguridad; anuncian grave crisis social.

Crecen los muertos por Covid (y por inseguridad). Los famosos ventiladores salvan vidas con médicos expertos, pero torturan en manos ineptas. La lista de espera de trasplantes de órganos suben. El crecimiento caerá 8.8% según Banxico, y las exportaciones mexicanas, dice Inegi, bajaron en abril más de 40%. Se esfuman empleos formales, las arcas públicas tendrán menos dinero para redistribuir a los más vulnerables, no fluirá el dinero… amenaza crisis desafiante.

La crisis es sinónimo de un cambio brusco, mutación dura y fuerte en cualquier proceso. Es un momento que reclama una decisión con consecuencias importantes. La crisis “acrisola”, es decir, purifica, como el proceso químico que limpia al oro, y toda purificación implica una ruptura, una división, un lindero que dibuje con rotundidad un “antes” y un “después”. Apela a “pintar una raya” en el tiempo. “Crisis” significa, en griego, sentencia, decisión, fallo; por tanto, una crisis exige tener un “criterio”, una postura, una determinación para encarar la tormenta y saber en qué dirección retomar el camino. En conclusión, “crisis” es un proceso vital (no de muerte), una decisión de futuro (no de pasado), un modo de existir diferente (no igual) y un estilo de vida nuevo (no viejo). Exige una evolución, metamorfosis, transformación. Crisis no es parálisis. El pasmado, aturdido o cobarde perecerá.

En estos días de pandemia leí la enorme biografía de Morelos de Carlos Herrejón y me topé con la palabra “crisis”.

Quizá hay muchos personajes que alcanzaron el rango de “históricos” precisamente por salir airosos de sus crisis; por “acrisolar” la vida nacional con sus gestas personales; por tener un “criterio” en su pensamiento que después se volvió permanente o norma de vida; pero sin duda en el suelo mexicano, sobresale el michoacano José María Morelos, porque dejó “criterios” de incalculable valor histórico para salir de una crisis que no debemos olvidar. La “primera transformación”, como gusta decir el lopezobradorismo a la Independencia, debe su rumbo a las “sentencias” de Morelos, para salir de la crisis que hizo nacer a México.

Era 1813 los insurgentes estaban en “crisis”, dice Herrejón (Morelos. Debate. p, 301), y para resolverla, fueron convocados a una junta a Chilpancingo. Las discordias contra el Siervo de la Nación las encabezó otro michoacano, Ignacio López Rayón, que buscaba reconocer al Rey de España como Jefe de Estado del México independiente; y Morelos quería una plena e independiente división de poderes, con un “Generalísimo” con mando absoluto de las armas (Poder Ejecutivo), un Poder Judiciario (sic) con letrados y sabios para aplicar las leyes que dicte un Congreso soberano, que dispusiera sin injerencia exterior el rumbo de la nueva patria (Poder Legislativo). Morelos soñaba con poder dividido subordinado sólo al bienestar general; y cortó de tajo la disputa con Rayón, “no puede ser legítimo el poder que reducido a fines personales impide los medios de que la patria se haga independiente” (p. 305). Nadar a medio río y querer llegar a la orilla es estúpido.

Con tono dramático, Morelos pronunció estas palabras (de asombrosa actualidad) en la Catedral de Chilpancingo, al iniciar el Congreso: “estamos metidos en la lucha más terrible que han visto las edades de nuestro continente; pende de nuestro valor y de la sabiduría la suerte de millones de americanos, comprometidos en nuestra honradez y valentía, ellos se ven colocados entre la vida o la muerte, entre la libertad y la servidumbre”. Y agregó: ¡Perezca antes el que posponiendo la salvación de la América a su egoísmo vil, se muestre lento y perezoso en servirla y en dar ejemplos de su “acrisolado” patriotismo! (p. 319)

Ojalá quienes toman decisiones hayan “asumido” la crisis, y “acrisolado” el nuevo rumbo; y no sólo, con egoísmo, hayan “pospuesto” los viejos planes personales. Morelos, otra vez, nos grita desde Guerrero.