Guillermo Hurtado

Exilio interior

TEATRO DE SOMBRAS

Guillermo Hurtado
Guillermo Hurtado
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En España se llamó “exilio interior” a la condición en la que vivieron no pocos intelectuales y artistas españoles que no pudieron o no quisieron salir de su patria durante el franquismo, pero tuvieron que desarrollar su labor totalmente al margen de los círculos e instituciones oficiales.

La frase parece un oxímoron porque se supone que el exilio siempre es hacia afuera. Pero cuando pensamos mejor sobre el asunto, nos percatamos de que el exilio también puede ser hacia adentro, como cuando a un prisionero se le guarda dentro de un calabozo.

La metáfora es fértil y puede resignificarse para describir la situación en la que vivimos durante la pandemia. De esta manera, podemos decir que el virus nos ha expulsado de los espacios públicos que antes ocupábamos tan despreocupadamente. Nos hemos tenido que retirar de ellos para recogernos en espacios privados, casi siempre más pequeños y, a veces, asfixiantes.

Una primera fase del exilio interior nos obliga a la convivencia prolongada con nuestra comunidad más estrecha: la familia o la pareja. Es el momento en el que tenemos que cultivar la caridad más intima, el encuentro amoroso con los más próximos de los prójimos. Cuidarlos a ellos y cuidarse a uno mismo para también cuidarlos.

No es fácil acostumbrarse al exilio compartido en el interior de un minúsculo departamento y, en ocasiones, de una diminuta habitación. Ello supone aceptar al otro tal como es. No hay manera de evadirse. Hace falta tener mucha paciencia, mucha humildad, mucha clemencia.

Esta intimidad forzada y apretada con nuestros seres cercanos nos puede brindar un valioso aprendizaje. Nos enseña —aunque sea por la fuerza— a convivir en armonía. El mundo sería mejor si de regreso de la cuarentena todos viviéramos así con los demás seres humanos.

Una segunda fase del exilio interior nos lleva adentro de uno mismo. Entramos a una morada que está en lo más hondo y que, sin embargo, conocemos muy poco. Como si descendiéramos a un sótano oscuro, tenemos que encender una lámpara para poder ver lo que está guardado ahí dentro. Lo que hallamos no siempre nos gusta. Ahí hemos depositado recuerdos dolorosos, emociones amargas, ambiciones frustradas. Para poder acostumbrarse a esa intimidad con uno mismo también hay que proceder con tiento.

Hay aprendizajes valiosos que podemos adquirir dentro del sótano. Para los antiguos, la sabiduría más alta era el auto-conocimiento. Para alcanzarlo, hemos de cultivar el orden, la disciplina y el discernimiento. Si las adquirimos, estas virtudes nos serán de suma utilidad cuando pase la pandemia.

Es probable que quienes se hallen dentro del sótano escuchen una voz diferente a la suya. Una voz más grave y más penetrante que ninguna voz humana. Quien tenga la suerte de oírla, que no la ignore porque en esos susurros podrá encontrar el alivio que anhelan todos los mortales.