Guillermo Hurtado

La liturgia civil de la vacunación

TEATRO DE SOMBRAS

Guillermo Hurtado
Guillermo Hurtado
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Se repite mucho aquello de que en México la forma es fondo. Hay que reconocerle al Gobierno —no sé a quién o a quiénes dentro de él— haber construido una especie de liturgia en torno a la vacunación.

He hablado con algunos vacunados que están felices. No sólo por haber quedado inmunizados, sino por haber pasado por una especie de ceremonia civil en la que se sintieron respetados y cuidados por el Estado.

En el vecino país del norte se puede recibir la vacuna en una farmacia sin mayores trámites. Lo que se gana en eficiencia y rapidez se pierde en simbolismo. A una farmacia se va a comprar pañuelos desechables o pastillas contra el estreñimiento. No tiene nada de especial ir a la farmacia para recibir una vacuna que quizá le salve la vida a uno.

Todo comenzó con el registro en línea. Muchos de los mexicanos de la tercera edad tuvieron que pedir ayuda a sus hijos o nietos. Ya desde aquí se involucraba al resto de la estructura familiar. El certificado de inscripción parece un diploma. En la parte superior, con letras grandes, dice “Gobierno de México”. Luego, abajo, el nombre del ciudadano que, con ese documento, recibe la promesa oficial de que será vacunado. ¡Con qué esperanza guardaron los viejitos su documento durante semanas!

En los primeros días de la vacunación hubo desorganización. Leí que hubo colas de seis horas bajo el sol y que causó molestia que hubiera demasiada gente, sobre todo los llamados “servidores de la nación”. Sin embargo, con el paso de los días, el servicio mejoró considerablemente. He hablado con varias personas de la tercera edad que me han dicho que fueron tratados con mucha amabilidad. Me dijeron que se ofrecían sillas de ruedas, asientos a la sombra, botellas de agua, música en vivo, pero, sobre todo, genuinas muestras de afecto. En algunos de los sitios de vacunación, por lo que me han contado, la organización entera funciona de maravilla. El Estado se hizo presente.

Un conocido de la tercera edad me dijo que piensa modificar su intención de voto. ¡Cómo —le reclamé— pero si tú siempre has votado de cierta manera!  Pues mira, —me respondió— hay que reconocerle a Sheinbaum que hizo bien las cosas con la vacunación.

Se podría objetar que los datos duros nos hablan de una realidad muy distinta: cientos de miles de muertos por causa de la irresponsabilidad oficial. Comparado con otros países, el manejo de la pandemia ha sido un desastre que algunos califican incluso de criminal. La vacunación no es un regalo del Gobierno, se añadiría, sino un derecho que tenemos los mexicanos. Sin embargo, se equivocan quienes únicamente atienden los datos duros para predecir el comportamiento de los votantes. El peso del simbolismo, en un país como México, es gigantesco.