Guillermo Hurtado

Medias verdades

TEATRO DE SOMBRAS

Guillermo Hurtado
Guillermo Hurtado
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1.-En los tribunales de algunos países los testigos juran decir: “La verdad, toda la verdad y nada más que la verdad”. ¿Qué significa “toda la verdad”? Lo que se le pide al testigo es que no se guarde parte de lo que sabe en relación al tema del juicio. A veces decimos la verdad, pero no toda; ocultamos datos que pueden ser determinantes para una averiguación. Por ejemplo, si alguien pone en su currículum que estudió en la universidad pero no aclara que no obtuvo el grado requerido, dice una verdad pero no toda la verdad. A esto le llamamos medias verdades. Una media verdad es una verdad presentada de manera tal que oculta otras verdades que no conviene que se sepan.

Las medias verdades juegan un papel tristemente protagónico en el imperio del rumor, del chismerío, la desinformación, el amarillismo, la propaganda y la publicidad más burda.

Las medias verdades pueden ser más dañinas que las mentiras crudas o las falsedades palmarias. Lo que tienen de verdad sirve como una garra con la que atrapan a sus víctimas. El truco consiste en que una vez que alguien acepta una media verdad se le convence para que acepte la media falsedad complementaria. De esa manera, si sabemos que alguien estudió en la universidad, podemos caer en el error de que esa persona tiene el grado de doctor. Doy más ejemplos. Quien lee en la etiqueta de un frasco que unas pastillas son útiles en el tratamiento de una enfermedad, puede llegar a pensar que las pastillas curan esa enfermedad. Quien escucha a un gobernante afirmar que el desempleo ha bajado durante su periodo, puede creer que el desempleo ha bajado gracias a las políticas económicas del gobernante, cuando, en realidad, ha bajado a pesar de las políticas nocivas de aquél.

2.- Hay otra manera de entender la frase “medias verdades” que no las caracteriza, por lo menos en una primera instancia, como un tipo de engaño. Una media verdad, entendida así, es sencillamente, una verdad parcial sobre un asunto, que se acerca, pero todavía no alcanza, a la verdad total en cuestión. Quedémonos con esta caracterización para examinar un famoso aforismo de Alfred North Whitehead. Lo que el filósofo inglés dijo es que no existen las verdades completas, que sólo existen las medias verdades, y que el mal radica en tratar a las segundas como las primeras.

Me parece que Whitehead exagera. Hay verdades completas. Quizá no sean muchas, pero las hay. Por otra parte, resulta evidente que su afirmación no puede tomarse como una verdad completa, ya que, por lo que ella misma dice, sería falsa; por lo que sólo puede tomarse como una media verdad. Pero dejemos a un lado esos reparos y prestemos atención al núcleo de la intuición whiteheadiana. 

Los seres humanos muy rara vez alcanzamos toda la verdad acerca de un asunto. Puede ser que nos acerquemos a la totalidad, pero la mayoría de las veces nos quedamos con una fracción. A esa fracción es lo que Whitehead llama “media verdad”. Podemos conformarnos con poseer esa parte o podemos adoptar otra posición: decretar que ésa es toda la verdad y, por así decirlo, cerrar el expediente. Quienes hacen eso actúan mal, no sólo desde un punto de vista epistémico, sino moral.

¿Es mejor tener medias verdades que falsedades? Si la media verdad no se usa para mentir, entonces es preferible contar con verdades parciales que con falsedades plenas. Una vez que reconocemos que nuestras verdades están a medias, podemos seguir investigando la realidad para intentar completarlas. Ésa es la tarea de la ciencia, que admite que siempre nos quedan cosas por saber y nunca detiene su labor, por más resultados que haya alcanzado. Sin embargo, ni siquiera la ciencia está exenta de la tentación de vender las medias verdades como verdades completas. Ya decía Nietzsche que detrás de la búsqueda de la verdad casi siempre está la voluntad de poder. Quienes trabajan en las aulas, los laboratorios y los cubículos no están exentos de esa debilidad humana.

Para alcanzar la verdad completa no sólo requerimos educar nuestra inteligencia sino nuestra moralidad. La tiranía de las medias verdades, como nos hace ver Whitehead, no es tanto la tiranía de nuestra ignorancia como de nuestra maldad.