Guillermo Hurtado

El vocabulario de las filosofías

TEATRO DE SOMBRAS

Guillermo Hurtado
Guillermo Hurtado
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En 2018 apareció, publicado por la editorial Siglo XXI, el Vocabulario de las filosofías occidentales. Diccionario de los intraducibles, dirigido, en su versión original, por la académica francesa Barbara Cassin. La versión española de esta magna obra fue dirigida por Jaime Labastida. No sólo se le cambió el título al libro —que pasó de ser un vocabulario de las filosofías europeas a uno de las filosofías occidentales, incluyendo, de esa manera a las del continente americano—, sino que se incluyeron estudios sobre algunos vocablos en lengua española e incluso en lenguas indígenas americanas, que no habían aparecido en la versión original. Aunque el vocabulario ya se había traducido al inglés por Princeton University Press en 2014, no fue sino con la traducción al español —y gracias a la insistencia de Labastida— que dicha obra superó su eurocentrismo inicial.

El libro lleva como subtítulo “Diccionario de los intraducibles”. La locución es equívoca. Como afirma la misma Cassin, no se trata de que los principales conceptos filosóficos sean intraducibles de manera absoluta, sino que se resisten a la traducción, son rejegos. La filosofía entendida como una práctica global y plural debe enfrentar las dificultades de la traducción del pensamiento de una lengua a las demás. Cassin considera que la filosofía actual no debe conformarse con la pobreza semántica y conceptual del inglés académico internacional. Cada quien debe filosofar en su idioma y hacer el esfuerzo de comprender las demás.

Hacer filosofía en español es un reto muy grande, mayor al de hacer filosofía en otros idiomas hegemónicos. Hay que evitar hacer filosofía en español pensando en inglés o francés o alemán. Con frecuencia encontramos ensayos filosóficos que por su redacción, por sus giros, por su estilo, parecen haber sido redactado en otro lenguaje. En ocasiones los textos están repletos de palabras extranjeras para que el concepto foráneo que se quiere utilizar no pierda precisión con una traducción al español. Lo que se revela es que el autor está pensando en otro idioma. No podemos culparlo. Si todo lo que él lee está en ese otro idioma, si sus referentes filosóficos escriben en ese idioma, si se le ha enseñado a escribir leyendo filosofía en ese idioma, ¿qué más puede hacer? Para estos autores, redactar filosofía en español les resulta difícil, lo que no implica que les resultaría más fácil escribirla en el idioma ajeno, ya que no siempre poseen el dominio que otorga la lengua materna. Para brincar esas dificultades, cultivan una filosofía que pretende ser neutral, deslocalizada, internacional. La mayoría de las veces, desgraciadamente, el producto final es pobre, anémico, superficial.

Quien quiera hacer filosofía en español debe pensar en español. Suena fácil, pero no lo es, porque casi en ningún sitio se enseña a pensar la filosofía en español. Da tristeza comprobar que la mayoría de las entradas del vocabulario de Barbara Cassin vienen del francés, el alemán y el inglés. El número de conceptos procedentes del español es muy reducido. Son más abundantes las palabras que provienen del ruso, por ejemplo y, no digamos, ya del italiano, tan sólo para referirnos a las lenguas modernas.

En la primera mitad del siglo XX, José Ortega y Gasset y varios discípulos suyos, como José Gaos y Juan David García Bacca, fueron muy conscientes del problema. Nuestra filosofía ha sido discriminada desde hace siglos porque no se considera que el español sea una lengua filosófica. Este juicio es falso e injusto: el español es rico en recursos filosóficos. El problema es que no hemos sabido fijarlos y darle esplendor. No podemos esperar que los extranjeros recuperen la riqueza del vocabulario filosófico hispanoamericano, somos nosotros quienes debemos hacer esa tarea y mientras no la completemos seguiremos condenados a ocupar los asientos traseros del anfiteatro del pensamiento mundial.

Hace unos años se publicó una Enciclopedia filosófica iberoamericana que no sirvió para darle a la filosofía en español el sitio que se merece en la filosofía occidental. No hay que volver a caer en el craso error de aquella mal llamada enciclopedia. Lo que urge es que hagamos un diccionario de conceptos filosóficos iberoamericanos. Mientras no dejemos bien ajustadas las herramientas conceptuales de nuestro pensamiento estaremos condenados a tomar prestadas las de nuestros vecinos y, por lo mismo, a quedar subordinados mentalmente a ellos.