Horacio Vives Segl

Un año de confinamiento por Covid en México

ENTRE COLEGAS

Horacio Vives Segl
Horacio Vives Segl
Por:

Si bien en los días anteriores ya se habían conocido algunos primeros datos de personas infectadas por Covid-19 en México, fue aquella conferencia del sábado 14 de marzo de 2020, del entonces secretario de Educación Pública, la que encendió las alertas e inició el irregular confinamiento que cumple un año en nuestro país.

Esa pesadilla, que meses anteriores supimos que había azotado a diversos países asiáticos y europeos, ya era una realidad en México.

México experimentó rutas similares a las que recorrieron —y siguen experimentando— distintos países en la forma en que se ha enfrentado la pandemia. Otras decisiones y cursos de acción han sido determinaciones enteramente domésticas. No hay que profundizar mucho en la mala gestión del Gobierno mexicano frente a la pandemia. Ahí están a la vista, para quien quiera analizarlos, los hechos y los datos: no haber aprovechado adecuadamente el tiempo de ajuste a partir de la experiencia internacional de los primeros países azotados por el virus; la falta de apoyos al personal de salud; el desgano con el que se aplicaron pruebas de detección al inicio de la pandemia; los errores en los escenarios sobre su evolución; la guerra política contra el cubrebocas; la actitud indolente del responsable epidemiológico y de comunicación gubernamental; la insuficiencia en apoyos y recursos para aliviar la gravísima crisis económica; y las acusaciones sobre un presunto uso electoral del proceso de vacunación.

A un año de la fatídica fecha, y con un subregistro inobjetable (los datos del Censo 2020 del Inegi develaron en parte esa evidencia), México tiene en su lamentable haber, según cifras oficiales, más de dos millones de contagios, casi 200 mil fallecimientos y el tercer lugar de muertes en el mundo. El proceso de vacunación va francamente a cuentagotas (muy pocas personas han recibido la primera de las dos dosis de las vacunas existentes) y estamos muy lejos de lo logrado por otros países que nos llevan enorme ventaja, como Israel, Chile o Estados Unidos.

Nada ha cambiado tanto las relaciones Estado-sociedad en la humanidad en un siglo como la irrupción del Covid en el mundo: se sumaron o recrudecieron violencias pandémicas a las ya existentes; la salud mental adquirió una importancia como tal vez nunca la había tenido a nivel global; el desafío que, como generación nos ha tocado enfrentar, nos ha llevado a ajustarnos en la forma de relacionarnos en todos nuestros entornos y ha generado significativos cambios personales, familiares y sociales de cada uno de nosotros.

Ciertamente, la tecnología ha sido una aliada en el proceso. Nos ha llevado a adaptarnos al cambio con resiliencia, innovación y solidaridad, así como a encontrar maneras de sobrellevar las pérdidas, directas o difusas, que cada uno de nosotros ha experimentado. La mejor noticia de este infausto ciclo ha sido el éxito de distintos desarrollos científicos, que han llevado a que en menos de un año se hayan aprobado distintas vacunas que hoy se aplican en todo el mundo.

Nadie puede saber con certeza cuándo terminará esta pesadilla global —o al menos, cuándo estarán bajo control sus efectos más devastadores—, pero al menos, y aunque estemos todavía atrapados en un largo y oscuro túnel, la existencia de las vacunas da el faro de hacia dónde ir.