Horacio Vives Segl

El cubrebocas y el pañuelo como símbolos de 2020

ENTRE COLEGAS

Horacio Vives Segl
Horacio Vives Segl
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No hace falta esperar a que termine este fatídico año para concluir que dos objetos quedarán identificados con el ciclo político y social que estamos viviendo: el cubrebocas —“mascarilla” se le dice en España, o “barbijo” en algunas regiones de Sudamérica— y el pañuelo (o mexicanísimo “paliacate”).

Cuando se haga un recuento de 2020, sin duda se hará alusión a ambos como símbolos de las situaciones y movimientos sociales y de las definiciones políticas de nuestros tiempos. Es una obviedad que ninguno de ellos apareció este año, pero han potenciado su significado al visibilizar necesidades y acciones e identificar demandas y posturas políticas.

Los pañuelos estuvieron presentes en el ciclo global de protestas de los distintos movimientos feministas que se dieron en marzo de este año. De forma muy protagónica estuvieron en junio en las protestas iniciadas en Estados Unidos y replicadas en todo el mundo en contra de la brutalidad policial y el racismo, detonadas por el asesinato de George Floyd y cobijadas por el movimiento #BlackLivesMatter, en plena época de crisis pandémica por el Covid y con uso de cubrebocas.

Ya habíamos, desde hace décadas o tal vez siglos, atestiguado el uso de pañuelos o pasamontañas en manifestaciones para buscar el anonimato (más allá de que a estas alturas la tecnología y el uso de biométricos frustra ese resultado). En países donde se perciben altísimos índices de injusticia y de impunidad, como el nuestro, su uso suele ser frecuente, ante la percepción de que se pueden generar represalias por la manifestación de ideas. Y también hemos visto, muchas veces, que esconder la cara ha servido a algunos para generar violencia y cometer delitos que no tienen que ver con las legítimas protestas y demandas de las manifestaciones.

El uso político del cubrebocas es aún más peculiar. Su salida de los nosocomios a la esfera pública y los discursos políticos, producto del coronavirus, ha generado una enorme polarización. Ni bien empezaron a propagarse los contagios en Occidente y se fueron profundizando las crisis sanitarias nacionales, diversos líderes responsables, atendiendo a las evidencias científicas, adoptaron su uso y lo recomendaron e incluso, en algunos casos, lo impusieron como obligatorio para la población. Pero también vimos a quienes le declararon la guerra al cubrebocas y en muy contadas y forzadas ocasiones se les ha visto usar uno. En la anticumbre Covid del liderazgo irresponsable se cuentan los presidentes de Estados Unidos, Brasil y México y el primer ministro del Reino Unido. No puede ser casualidad que justo sean ya los cuatro países que encabezan el número de muertes por esta enfermedad.

Las evidencias científicas recientes —que incluso han llevado a rectificar criterios anteriores de la OMS— en el sentido de que el Covid sí se propaga por medio del aire, han dado la razón a quienes adoptaron tempranamente el uso del cubrebocas. Aun así, en Estados Unidos, en plena campaña de cara a las elecciones de noviembre, el uso del cubrebocas pareciera un estandarte de la campaña demócrata, mientras que no portarlo es más trumpiano-republicano. Es de esperarse que algo parecido ocurra en otros comicios.