Oscar 2021: pandemia, arte y política

ENTRE COLEGAS

Horacio Vives Segl
Horacio Vives SeglLa Razón de México
Por:

El domingo pasado se celebró la 93º entrega de los premios de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas, mejor conocidos como los premios Oscar, los más influyentes en la industria del cine a nivel global. Algunos comentarios al respecto.

Como prácticamente todas las industrias, la cinematográfica ha experimentado una profunda crisis producto de la pandemia del Covid-19. Hace apenas 14 meses, después del colosal triunfo de Bong Joon-ho con Parásitos, la industria empezó a experimentar los estragos de la pandemia. Las cadenas de cines entraron en crisis por los cierres, los rodajes se suspendieron y las producciones titánicas de los grandes estudios prefirieron enlatar indefinidamente estrenos esperados (por citar Top Gun: Maverick o las últimas entregas de las exitosas sagas de James Bond o Misión Imposible) entre otros efectos. Sin embargo, la fuerte demanda para consumir entretenimiento a través de las distintas plataformas streaming ofreció a la industria una importante alternativa para acelerar el proceso de reinvención que ya venía ocurriendo.

En esa lógica, la verdad es que la oferta de películas que estuvieron nominadas en las principales categorías en competencia fue realmente de extraordinaria calidad, considerando las bajas expectativas que pudieran haberse tenido por el avance devastador de la pandemia. Las películas tipo indie necesariamente tenían que desplazar a las tradicionales grandes producciones de estudio.

Es bien sabido el activismo de distintos liderazgos entre los integrantes de la Academia, por lo que esa estructura que normalamente se percibe como conservadora suele responder a distintas coyunturas políticas. Esto se ha visto en distintos momentos y el año pandémico no fue la excepción. Un año vertiginoso que coincidió además con las elecciones en Estados Unidos, las protestas raciales derivadas del movimiento

#BlackLivesMatter, detonadas por la brutalidad policiaca, las agresiones a comunidades asiáticas —en buena parte azuzadas por la retórica trumpista sobre “el virus chino”—, la crisis migratoria desatada, las protestas feministas, la crisis económica, la polarización, intolerancia y exclusión social, o el incremento en la problemática de la salud mental. Temáticas que, en algún ángulo, fueron consignadas en las películas y documentales nominados este año. Y más allá de los indiscutibles méritos propios de cada uno de los ganadores, éste fue un año de una marcada corrección política.

Como era de esperarse, Nomadland, el sólido drama de una mujer mayor que, tras la crisis económica de 2008 en Estados Unidos que dejó a su pueblo en ruinas, se ve orillada a ganarse el sustento recorriendo el país, fue la gran ganadora de la noche con tres de los principales premios (mejor película, directora y actriz en papel protagónico). La dupla Chloé Zhao-Frances MacDormand —ambas productoras— hizo historia y fueron las grandes ganadoras de la noche. McDormand por unirse al selecto club de Katharine Hepburn, Meryl Streep e Ingrid Bergman con tres estatuillas (Hepburn 4). Zhao por sus múltiples nominaciones y por ser la segunda directora en obtener el premio. Hay que felicitar a los mexicanos Michelle Couttolenc, Jaime Baksht y Carlos Cortés, integrantes del equipo ganador al premio al mejor sonido. Faltó, claro, que Glenn Close fuera al fin reconocida y lo que hubiera sido el momento emotivo perfecto: el Oscar póstumo a

Chadwick Boseman.