Jacqueline L'Hoist Tapia

No destinemos a la infelicidad

HABLANDO DE DERECHOS

Jacqueline L'Hoist Tapia
Jacqueline L'Hoist Tapia
Por:

La libertad es parte de la naturaleza humana. Ser libres para hacer y para ser. La libertad reconoce como límite el respeto por la libertad de la otra persona. Pese a esta premisa, que puede resultar tan obvia, resulta que apenas hace unos días una mujer joven de 20 años fue “desaparecida” por su propia familia e internada en un centro para que corrigieran su comportamiento. Y es que ella es lesbiana y eso no les parecía correcto.

Ser una persona lesbiana significa básicamente que sientes atracción sexual y que te enamoras de mujeres. Sin embargo, para muchas personas esta situación es inaceptable, a las mujeres les deben gustar los hombres y viceversa y, cualquier otra combinación es una aberración, es anormal, es una enfermedad y/o es un pecado, y a partir de estas creencias, harán lo posible para curarle y salvarle.

La argumentación más usada para llevarlas a estos centros es que no son felices con su homosexualidad o porque están enfermas. En el primer supuesto, la gran pregunta es: ¿por qué una persona no sería feliz siendo gay o lesbiana?, y la respuesta de existir, se podría achacar a la discriminación social que se vive en el trabajo, en la calle, en la escuela y/o en la familia, haciendo menoscabo de su dignidad, generando daños y burlas, limitando así el acceso a servicios y derechos, y entonces serían las y los responsables de esa infelicidad quienes deberían ir a terapia. Pues es esa sociedad excluyente la que impide que sean felices por sus prejuicios y estigmas que generan conductas de homofobia, lesbofobia, bifobia y transfobia, y que son generadoras de odio.

El segundo argumento es por creer que padecen alguna enfermedad mental, generada por algún trauma psicológico por una supuesta o real violencia y abuso sexual, y que un “tratamiento psicológico le curará”, convirtiéndolas en persona heterosexuales. Hay que saber que no existe ninguna enfermedad vinculada a la preferencia y/o orientación sexual, Es más, la Organización Mundial de la Salud (OMS) —esa misma que declaró la pandemia por Covid-19— declaró desde hace más de 30 años, es decir, antes de que muchos y muchas jóvenes de ahora fuesen obligados a ir a estas terapias de conversión, que la homosexualidad era sacada de la lista de enfermedades mentales. Así que la buena noticia es que no hay nada que curar, son personas perfectamente sanas y no hay que buscar respuesta de su preferencia y/o orientación en esas violencias. En conclusión, es mucho más eficiente para la felicidad respetar la diversidad de atracciones y formas de amar que imponer una manera de vida.

La tercera argumentación es que es pecado, que Dios los creó hombre y mujer para amarse y procrear, y que esas conductas sexuales de sodomizar, son productos de algún motivo que es necesario corregir para no seguir en pecado y alcanzar la salvación. Sin duda, cada quien tiene derecho a creer en lo que quiera, y si su Dios y la Iglesia en donde profesan su fe sataniza la homosexualidad, lo único a saber es que, por más esfuerzo que hagan, la persona seguirá siendo gay, lesbiana, trans o bisexual, y quizá podrá reprimir sus sentimientos y atracciones para que los otros sean felices, pero nunca se podrá arrancar de la persona lo que es en esencia, y obligarle a que se “convierta” le destinará a la infelicidad, además de que se estará cometiendo un delito.