La exoneración y las contradicciones de allá y de acá

QUEBRADERO

Javier Solórzano Zinser
Javier Solórzano ZinserLa Razón de México
Por:

Consultando a abogados y académicos nos dejan en claro que las acusaciones en contra del general Cienfuegos no tienen suficiente sustento para al menos iniciar un proceso.

Donde está ahora la atención es en el entorno en el que se han dado las cosas, lo cual ha creado un escenario complicado y de posible confrontación entre los gobiernos.

Llama la atención que después de una larga investigación, los trabajos empezaron en 2013, la DEA no muestre elementos de peso para sustentar sus acusaciones. Si nos atenemos al documento que se ha dado a conocer, la DEA hizo un trabajo menor ante un hecho de gran importancia, resonancia y de segura trascendencia.

Lo lamentable es que se creó un escenario rijoso y de conflicto entre las autoridades de México y EU. Como andan las cosas con Joe Biden y en función de las reacciones de las autoridades estadounidenses, las cuales están evidentemente molestas por la exoneración del general y por hacer público el documento de la DEA, es manifiesto que la relación bilateral entra en terrenos aún más complicados.

López Obrador, en medio de sus contradicciones, se ha encargado del resto. Cuando el general fue detenido arremetió en contra de la pasada administración y de lo que Cienfuegos representaba sin hacer al menos una reflexión o pausa que fuera más allá de sus obsesiones sobre el pasado.

Días después, por razones que sería bueno conocer, cambió su perspectiva y se dedicó a defender al general protegiendo al Ejército que, como sea, acabó señalado y quizá “tiznado”, como nos dijo el abogado César Gutiérrez.

El tema muestra un pasaje de la empatía desbocada y desmedida del Presidente hacia las Fuerzas Armadas. El Ejército está en todos lados por decisión presidencial: construye, administra y se encarga de la seguridad, bajo esta lógica es previsible que el mandatario lo defienda; se ha establecido una relación de complicidades que ya no tiene límites.

El cúmulo de contradicciones es lo que en buena medida ha provocado el desconcierto.  La Fiscalía hizo su trabajo de manera excepcionalmente rápida y singular. La Dirección de Transparencia y Anticorrupción del Tec nos dijo que fue “hasta cierto punto precipitado… el caso, al final, se trató de manera política y quedó la impresión de que se quería proteger al funcionario y a la institución”.

En medio de todo ello de nuevo quedó en entredicho la autonomía de la Fiscalía. El Gobierno habló en nombre de ella, lo único que quedó a la vista es que la FGR se limitó a dar a conocer un tuit en el que informa que se exonera al general Cienfuegos y hasta ahí.

Lo que hizo ahora el Presidente ha sido señalar a aquellos que dieron por buena la investigación de la DEA sólo porque venía de afuera. Como fuere, subyace la idea de que existen instituciones en el país que son intocables.

La celeridad de la Fiscalía tuvo algo de inusual. Investigó y resolvió en poco más de 56 días un caso al que a la DEA le llevó al menos cuatro años investigarlo y darlo a conocer.

Los dos gobiernos han quedado entrampados. El nuestro asumió el rol de peleador callejero en tanto que el de los vecinos se siente traicionado y está claro que en cualquier momento hará valer su molestia, sin pasar por alto que con lo que han dado a conocer estaba difícil llevar a juicio al general.

El tema no puede ni debe cerrarse. Aparecen muchas instancias y personajes del pasado gobierno que es necesario investigar. En EU Cienfuegos sigue en la mira, no se descarte que podrían ir de nuevo en contra de él.

A la FGR le llevó de manera singular 56 días exonerar al general, en tanto que a la DEA le llevó años investigarlo y acusarlo a través de una muy cuestionada investigación.

RESQUICIOS

Si resulta cierto que el miércoles mismo Biden promulgará una ley en materia migratoria hará lo que Obama prometió y no hizo. Las nuevas caravanas centroamericanas se mueven entre la esperanza de que algo les toque y el oportunismo político de algunos dirigentes.