Marros, sopletes y martillos

QUEBRADERO

Javier Solórzano Zinser
Javier Solórzano ZinserLa Razón de México
Por:

Si alguien conoce los intríngulis de las manifestaciones y los mítines es López Obrador.

Sabe muy bien lo que puede pasar y conoce también todas las variables que intervienen, empezando por la presencia de infiltrados, los cuales igual pueden ser externos que del propio gobierno. Sabe también que en un acto de esta naturaleza las posibilidades de que los ánimos se enciendan son parte misma del evento.

De hecho, el tabasqueño pasó por estos arduos pasajes y seguramente en su entorno hubo infiltrados, provocadores, agresiones, entre otras muchas cosas. Seguramente también a su alrededor se presentaron radicalismos que no compartía, pero que formaban parte de las estrategias y acciones de simpatizantes políticos.

López Obrador debiera saber que lo que pasó el lunes y pasó hace un año tiene mucho que ver con quienes quieren desacreditar un movimiento o quienes lo quieren usar, hecho que no resta valor alguno a la esencia e importancia de la protesta.

La mirada de López Obrador sobre el lunes tendría que ser empática por esta razón y muchas otras. De alguna forma todo lo que pasó tiene que ver con su historia de vida.

Sin embargo, hay algo que en el tema de las mujeres  no termina por cuadrar. El Presidente sigue apareciendo en este asunto, de primer orden en la agenda del país, como poco solidario con innumerables atavismos sin reparar lo que significa en sí mismo y su definitivo y formidable crecimiento entre millones de mujeres.

Lo que es claro es que el movimiento feminista es cada vez más importante en la vida de las mujeres y el Presidente se está alejando cada vez más de él, lo que le puede llevar por terrenos de enorme riesgo y de consecuencias impredecibles.

Con los ánimos tan alterados en la marcha del 8M era difícil que pudiera prevalecer la calma. Sin descartar la provocación y los infiltrados, de nuevo quedó en evidencia la falta de protocolos de actuación por parte de los cuerpos de seguridad. La momentánea detención de un grupo de fotógrafas puso en evidencia de nuevo la ausencia de criterios que se presume deben prevalecer entre los policías.

No se pasan por alto las agresiones que padecen los cuerpos de seguridad. Habrá que reconocer que en muchas ocasiones sus reacciones son estoicas, aguantan absolutamente todo y es de considerar cómo en un buen número de casos mantienen la calma, a pesar de las groseras y brutales agresiones que reciben.

Como fuere, las policías se la pasan en la incertidumbre a lo largo de las marchas. El problema es multifactorial, igual pasa por los protocolos que no son cumplidos a cabalidad, por la agresividad de los manifestantes y en muchas ocasiones por la falta de capacidad y criterio de las fuerzas del orden.

Y, sobre todo, pasan por un encono guardado a lo largo de mucho tiempo, heredado de generación en generación, que ha estado teniendo a la impunidad como cómplice en lo que rodea los actos en que se agrede y violenta a las mujeres.

Lo que hizo más difícil este lunes fue el discurso que el Presidente ha seguido a lo largo del último año. Después de la experiencia del 8 y 9 de marzo del 2020, la Presidencia debió medir la esencia de las manifestaciones, en algún sentido el Presidente ha exacerbado el sentido y fuerza de la protesta.

En el día después hay muchas enseñanzas. Concentrar la atención en “sopletes, marros y martillos” y en que “el muro aguantó” y no en reflexionar sobre el movimiento parece ser de nuevo un menosprecio al 8M.

Estamos, reiteramos, ante un tren que no va a parar.

RESQUICIOS

El proceso de vacunación cada vez va mejor. El gran problema está en las pocas vacunas que van llegando al país. Ayer fue nuestro turno en la Escuela Nacional de Maestros. La organización es impecable, el trato es sensible con jóvenes que ofrecen todo tipo de explicaciones para la tranquilidad de quienes vamos a vacunarnos. Sin hacer a un lado las inquietudes, prevalece un grato sentido festivo, colaborador y solidario.

Gracias interminables.