Javier Solórzano Zinser

¿Vamos bien?

QUEBRADERO

Javier Solórzano Zinser
Javier Solórzano Zinser
Por:

Se nos está conjuntado el agotamiento, el hartazgo y la necesidad. Si bien el Gobierno no es el responsable de la pandemia sí lo es en enfrentarla. Este proceso se la ha pasado en medio de una infinidad de devaneos. El problema es que para el Gobierno todo va bien y no hay por qué cambiar la estrategia. 

Cada vez que el Presidente habla del tema le da el mayor de los vuelos a un vocero que se ha ido convirtiendo en un problema paralelo a la pandemia. Una de las razones tiene que ver con la forma en que ha asumido su rol. Lleva ya un buen rato hablando como el Presidente a lo que se suma una actitud de señalamientos que lo colocan como si fuera el poseedor de la verdad.

La actividad científica requiere de un debate sistemático. Escuchar a las y los colegas es una de las claves para poder fortalecer la investigación y resolver problemas que fortalezcan la construcción del conocimiento.

Es entendible que en medio de la crisis se tenga que estar sistemáticamente resolviendo problemas, porque no hay manera de hacer altos en el camino. Sin embargo, ante la situación inédita, es obligado escuchar a los otros por principio y porque se han dado a conocer diversas informaciones que el Gobierno evade, omite, pasa por alto, no le importa o simplemente se asume como referente único para entender y atacar la pandemia.

Estamos en un momento en donde estamos siendo cada vez más rebasados, mientras no llegue la vacuna. Cuando esté entre nosotros no nos va a resolver el problema en lo inmediato, porque no se le va a poder aplicar a toda la población, se tendrá inevitablemente que entrar en un terreno de selección partiendo de que los primeros en ser vacunados que, por cierto, serán muchísimos, son quienes más lo necesitan por su actividad y vulnerabilidad.

La lógica por la cual el vocero es visto con lupa es por lo que representa en la crisis inédita. Su voz y opinión es lo que da pauta para que se tomen medidas en todo el país. Lo que lo hace aún más visible es el espaldarazo sistemático que el Presidente le da, al tiempo que lo utiliza como su referente para hablar de la pandemia y hasta para no usar el cubrebocas.

López-Gatell está entrando en una etapa cada vez más difícil y da la impresión de que nadie lo está alertando de ello y lo delicado es que parece que no se quiere dar cuenta. En función de los tiempos que vienen es necesario un cambio de vocero o un cambio de estrategia de comunicación. No se puede andar todos los días a las siete tirando línea y arremetiendo, como a menudo lo hace su jefe, contra todos los que piensan diferente o hacen críticas.

En el colmo no ha convocado una sola vez a quienes ven las cosas de manera diferente. Cerrarse en este momento a sabiendas de que la crisis inédita obliga a escuchar a los muy destacados científicos mexicanos es un error de principio, el cual va aparejado de una dosis de soberbia.

Para lo que viene no cuesta nada abrirse a escuchar otras opiniones, como en el propio Senado los morenistas se lo han planteado. De aquí a que llegue la vacuna no nos va a ir bien. A esto se suma una cierta ansia por tratar de tomar una pausa, la cual se va a dejar venir con las fiestas de fin de año.

Para esas fechas, las cuales ya se dejan sentir en el tránsito, movilización de personas y en los centros comerciales, obligan a una estrategia de conciencia y de mayor cuidado porque además estamos en medio de un rebote o rebrote, según se quiera ver.

En medio de nuestro cansancio está costando trabajo mantener sana distancia, usar cubrebocas y extender nuestra paciencia. No nos queda de otra, asumamos que lo que estamos viviendo ya forma parte de nuestra futura forma de vida.

Con más de 100,000 muertos, según las cifras oficiales, no hay manera de pensar que vamos bien.

RESQUICIOS

Fue de seguro una decisión muy difícil, pero no había de otra que cerrar la Basílica. Va a ser imposible impedirle a la gente que se acerque antes y después en esas fechas, pero se hizo lo inevitable y sensato.