Jorge Camacho

Estado de México no está lejos

ELUCIDACIONES

Jorge Camacho *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Jorge Camacho 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Poco se comenta acerca de lo que podría pasar en el 2023, cuando no llega el 2022, pero vale la pena poner en contexto las elecciones del Estado de México. Da la impresión de que Morena cree que se llevará la joya de la corona sin siquiera despeinarse. Todo indica que ya han ganado esas elecciones para las que faltan casi dos años.

Las elecciones de hace unos meses en la Ciudad de México, sólo son un mal recuerdo. Es cierto que perdieron la mitad de las alcaldías, pero no puede atribuirse esa derrota ni a una mala gestión de las alcaldías salientes, ni a una falta de coordinación en la campaña, ni mucho menos a la falta de creatividad de los candidatos, ni al supuesto mal desempeño de Claudia Sheinbaum. Esas alcaldías debieron ganarlas aunque no lo hicieron. La derrota no tiene padres, pero sí miles de excusas. Las buenas conciencias de Morena se sosiegan pensando que debieron ganar tales alcaldías: sólo un conjunto de circunstancias adversas lo impidieron.

Las elecciones a gobernador del Estado de México podrían reproducir lo acontecido en la Ciudad de México. Morena ningunea al Revolucionario Institucional y las posibles alianzas. No advierte que nunca han perdido las elecciones del Estado de México y que, desde luego, no lo pondrá nada fácil. Para un partido que pierde gubernaturas en cada elección, el Estado de México se antoja decisivo para su futuro. El PRI necesita ganar esa elección para reposicionarse hacia dentro del partido. La derrota en esas elecciones abocaría al PRI a una situación insostenible. En la actualidad, ha revivido gracias al PAN y al PRD, pero necesita un triunfo que le permita retomar el rumbo.

Las elecciones del 2022 se presentan complicadas para el PRI, aunque pùdieran ganar o participar en el triunfo de 3 de 6 y no extrañaría que en el 23 fueran por Coahuila y Estado de México a la par. Para un partido acostumbardo a gobernar es más que un drama pensar que podría perder, una completa tragedia con las previsibles conscuencias para su vida interna: desunión, falta de recursos económicos, pérdida de influencia, tensiones intolerables. Un escenario tan indeseado como cercano.

Por eso las elecciones del Estado de México son decisivas y por eso el PRI pondrá toda la carne en el asador. En este caso, toda la carne es mucha carne. El Estado de México es priista como se demuestra elección tras elección. No es sólo el aparato sino una maquinaría electoral casi imbatible. Para empezar, el PRI necesita un candidato carismático, capaz de atraer simpatías y adhesiones. Alguien que represente también honestidad y probidad. Aun cuando estos adornos escasean por ahí, aparecen dos nombres: Carlos Iriarte y Enrique de la Madrid, uno con gran experiencia en la operación política y el otro candidateable para el 2024. No sería ninguna sorpresa que alguno de estos dos personajes fuera el candidato del Estado de México. Para el PRI, la elección del Estado de México es la elección. Si no gana, no hay futuro. Y lo que necesita el PRI para rearmarse es futuro a partir de una base sólida. El Estado de México es ese punto fijo a partir del que moverse. Todo indica que la batalla por el Estado de México será feroz. Como en Ciudad de México, Morena se equivoca si piensa que está ya ganada.

Las elecciones en el Estado de México serán a cara de perro. Pero el control, el aparato y la maquinaria la tiene el PRI. No parece que vaya a dejar escapar esa gubernatura que movilizará a todo el partido. En juego no está únicamente el gobierno de ese estado, sino el presente y el futuro del PRI.