Pandemia como anillo al dedo

EL ESPEJO

LEONARDO NÚÑEZ GONZÁLEZ
LEONARDO NÚÑEZ GONZÁLEZ
Por:
  • Leonardo Núñez González

La atención mediática concentrada en la pandemia del coronavirus, así como la necesidad de que una parte considerable de la población tuviera que quedarse en sus casas para evitar contagios masivos, ha caído como anillo al dedo para los intereses de múltiples gobernantes del mundo. En particular, para abrir una ventana de oportunidad y permitirles avanzar en algunas de sus pretensiones más controversiales.

En textos anteriores ya había escrito, por ejemplo, sobre los avances antidemocráticos impulsados por Viktor Orbán, primer ministro de Hungría, o por Recep Tayyip Erdoğan, el presidente de Turquía, para impulsar modificaciones legales que les otorgan más poder para combatir, perseguir y anular a sus opositores. Otro de los episodios que se agregará a la historia universal de la infamia es la acción del gobierno chino en contra del territorio de Hong Kong.

La disputa sobre esta isla tiene como horizonte temporal el año 2047, cuando expirará el acuerdo alcanzado por China y Reino Unido, que hará que Hong Kong se integre totalmente al gobierno continental chino. Mientras tanto, desde 1997 se estableció un acuerdo de “un país, dos sistemas”, en el que los habitantes de la isla mantendrían un régimen de mayor autonomía y libertades, totalmente diferente al aplicable para el resto de ciudadanos chinos. Pero esperar casi dos décadas parece no ser una opción para el gobierno de Xi Jinping, que ha avanzado lentamente para asfixiar lentamente a ese molesto territorio con elementos tan molestos como los derechos de sus ciudadanos.

Las protestas masivas que iniciaron el año pasado en Hong Kong fueron la respuesta a un intento de aprobar una ley que autorizaría la extradición de presuntos delincuentes para ser procesados en China, donde, naturalmente, no tendrían ninguna oportunidad de ser juzgados de manera imparcial. La intensidad, tamaño y permanencia de las manifestaciones logró detener este avance chino, pero la situación ha cambiado con la crisis del coronavirus.

Como parte de las medidas de sanidad, el gobierno chino prohibió cualquier tipo de reunión pública de más de ocho personas. Esta medida no sólo ayudaba a la detención de la propagación del virus, sino que ponía en jaque a los manifestantes que pretendieran salir a las calles. Esto generó una oportunidad que no fue desperdiciada por el gobierno chino. Al inicio de la semana pasada se anunció la pretensión de aprobar una Ley de Seguridad Nacional, que le daría al gobierno chino mayores facultades para perseguir y encarcelar a delincuentes u opositores. La declaración generó manifestaciones, pero fueron enfrentadas por las fuerzas de seguridad atendiendo al mandato de evitar congregaciones. El parlamento chino se movió con rapidez, pues aprobó el jueves 28 de mayo el nuevo texto que aplicará en Hong Kong de manera inmediata, sin que tenga que ser sometido a consideración del gobierno local. Así, el coronavirus nos está mostrando un episodio más de la muerte en cámara lenta de una nación democrática que está siendo absorbida por el gobierno chino. Al autoritarismo le llegó la pandemia como anillo al dedo.