Martín Alomo

Elogio de la peluquería

COLUMNA INVITADA

Martín Alomo*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Martín Alomo
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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La función social del acicalamiento, habitualmente denominada “estética personal” señala una intervención que desde el exterior incide en lo íntimo. Las diferencias entre visión y mirada y la relación entre caos y cosmética forman parte de una reflexión que pone en tela de juicio la noción de adentro y afuera en lo que atañe a la construcción de la realidad. Por eso, acaso mucho más modesto que el de Helena, la peluquería también merece su elogio.

Para varones y para mujeres ir a la peluquería tiene connotaciones muy distintas, principalmente por la tradición de culto a la belleza femenina y, justamente por eso, debido a la presión social que pesa sobre ellas en cuanto a tener que estar todo el tiempo hermosas. Aunque desde hace años constatamos la presencia de nuevas masculinidades que establecen vínculos distintos con la cosmetología (de “cosmos”, lo que ordena el caos y lo acomoda a una imagen deseable).

En el caso de ellas, a partir de los dichos que se escuchan en el consultorio, en las series televisivas y entre amigas/os, es frecuente el uso de la peluquería como dispositivo de cambio. Uno podría decir que es una obviedad: ahí nos cambian el largo del pelo, el color, el peinado. Pero me refiero a otra cosa, a un cambio más profundo, no solo de la imagen.

Aquella que está triste por una desavenencia o una ruptura amorosa, peluquería; pelea con una amiga, peluquería; problemas serios en el trabajo, peluquería. En tal sentido, es como si la intervención externa, o mejor dicho en las riberas exteriores del cuerpo -la imagen del yo- acabara por delatarse “éxtima” en el sentido de que opera sobre las coordenadas cósmicas de la imagen que, aparentemente muy externas, al incidir sobre la visión de la figura en el espejo acomodan también la autopercepción interna del self devolviéndole cierta gratificación y lindura. En ese sentido, logran restituir en cierta medida la estabilidad tambaleada por la ruptura o la desavenencia acaecida. Esta experiencia que se constata en la vida cotidiana me permite introducir aquí la diferencia entre lo que se ve y la mirada.

La mirada fuera del espejo

Los varones también solemos ir a la peluquería para acomodar nuestra imagen y aunque no se trate del uso tipo emotional rescue no puede ser sino una maniobra de acomodación al lazo social. Tanto es así que presentarse desalineado, despeinado o con los cabellos desgreñados en determinadas labores y empleos y a cierta edad -las salvedades obedecen a lo relativo que puede ser esto cuando se es joven, bello y exitoso- puede ser interpretado como una falta de respeto y producir rechazo.

Retomo la diferencia mencionada entre visión y mirada a propósito de la cosmetología de la imagen. Decir que lo que veo mejorado en el espejo luego de arreglos y afeites repara mi autopercepción, el “cómo me siento”, equivale a decir que esa imagen más amable y más deseable que retorna desde fuera me permite velar con eficacia renovada cierta descomposición inherente a la existencia. La autopercepción y en consecuencia la autovaloración de la persona mejoradas por la cosmetología señalan una lógica moebiana o si se quiere escheriana.

Bricolage y lazo social

Por lo dicho, ir a la peluquería “para arreglarnos un poco”, como se suele decir, alude a un bricolage que se opera con nuestras faneras, tan básico y superfluo como necesario y profundo. Por otra parte, el hecho de que se haga con otros, de que eso que viene de fuera, la organización de la imagen, en este caso esté asistida por la figura del peinador, peluquera, estilista, colorista, barbero, cosmetóloga, hace que la práctica social de hacernos tocar y embellecer sea también una entrada en calor para otros acercamientos.

Finalmente, ese entrenamiento nos promueve en la escena del deseo. Si estábamos caídos de ella, el fashion emergency nos vuelve a subir; si tambaleaba nuestra confianza, la peluquería nos permite arreglarnos un poco y la fortalece.

Hace un tiempo conversaba con la filósofa Laura Klein acerca del orden contrapuesto al caos originario según la versión bíblica del Génesis. Ella me señalaba, muy acertadamente, que allí se dice que la palabra de Dios puso orden al caos pero en ningún lado está dicho que esté exenta de malentendidos ni de sinsentido. “Pasamos del caos a la palabra” decía mi inteligente amiga haciendo resonar todos los equívocos y la potencia poética que la palabra entraña. Ese caos originario evocado por el relato bíblico y acotado por el malentendido de la palabra que recorta, señala y nombra, habita en la experiencia cotidiana de advenir a la realidad.

La litografía de Escher “Galería de arte” muestra al observador de un cuadro parado con sus dos pies dentro del marco de la obra que mira; ello, entre muchos otros, evoca dos sentidos. Por un lado, el hecho de que en la realidad que se habita no es inocua la posición del observador; por otro, una idea incluso más radical: la realidad que se observa y se habita es una construcción del observador que en el mismo gesto construye dicha escena y por lo tanto se crea en ella. Estas reflexiones nos invitan a mirar con otra luz el fenómeno de la “peluquería terapéutica” que alivia las penas y restituye el erotismo.

Martín Alomo. Psicoanalista. Doctor en Psicología. Magíster en Psicoanálisis. Profesor de y Licenciado en Psicología (UBA). Entre otros libros, ha publicado Vivir mejor. Un desafío cotidiano (Paidós 2021); La función social de la esquizofrenia. Una perspectiva psicoanalítica (Eudeba 2020); Clínica de la elección en psicoanálisis. Vol. I y II (Letra Viva 2013).

 1 Solo por tomar dos ejemplos, en “Galería de arte” (1956) el observador está dentro del cuadro que mira; en “Mano con esfera reflectiva” (1935) se pierde la noción entre quien percibe y quien es visto.

2 Su etimología proviene de “fenómeno”: lo que se da a ver, lo que se muestra.

3 Cf. “Aborto: la discusión maldita”, tal el título de la conversación que mantuvimos con Laura Klein en el ciclo “La inmortalidad del cangrejo” por mi canal de Youtube. En línea: https://www.youtube.com/watch?v=GlmqiT4SUqw&t=25s

4 Estoy tentado de escribir “la realidad que se-observa-habita” así, todo junto.