Martín Alomo

Erotomanía

COLUMNA INVITADA

Martín Alomo*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Martín Alomo
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Lo que sigue constituye la paráfrasis que he podido reconstruir de un caso que atendí hace casi dos décadas en la ciudad de Buenos Aires. Con la identidad de la protagonista y los datos contextuales suficientemente encriptados como para que nadie -ni siquiera ella misma- pueda reconocerla, transcribo aquí mis notas.

Que la famosa y tradicional tienda inglesa de la calle Florida (desaparecida desde hace algunos años) era de sus abuelos y luego ella enamorada de su analista se entera accidentalmente que éste desciende de la familia de los socios de la firma que también eran dueños y que los antepasados ingleses y judíos los unen en una especie de lazo fortísimo que de alguna manera trasciende tiempo espacio y generaciones, eso era lo que Miriam narraba, perdida en las palabras de su relato vertiginoso y con el único afán de convencer a su interlocutor de la inmensidad fatal e ineludible de que su analista era el hombre de sus sueños, el príncipe encantador que el destino le tenía reservado y que, sin lugar a dudas, por mil motivos y señales que ella había observado, el hombre le correspondía su amor apasionado.

La doctora Miriam X., egresada y ahora docente de la Facultad de Derecho de la Universidad X, comenzó a interesarse en los estudios de psicoanálisis y luego ingresó a la Facultad de Psicología, siguiendo los pasos marcados por el fatal destino de su amor: un sendero de congresos de psicoanálisis, jornadas, conferencias y eventos en los cuales ella sabía que podía encontrar al dueño de su vida. Como estudiante era excelente, aplicadísima y con calificaciones sobresalientes. Este no era cualquier tema: Miriam era capaz de discutir incansablemente por un punto más en la nota de un examen e incluso llamar por teléfono a la casa del docente para hacer oír sus reclamos. De esta forma, con mucho estudio, una gran dedicación y una implacable fuerza para reclamar cada centésimo, la abogada se encontraba en los últimos tramos de la carrera de psicología, con un promedio inmejorable.

Un jueves Miriam atravesaba el gran hall rumbo al ascensor para llegar hasta el séptimo piso, como lo hacía tres veces cada semana. Allí, además de una inmensa biblioteca contigua a la sala de estar discretamente amueblada se encontraba el consultorio de su analista. Si el aroma del perfume hiciera ruido, diríamos que un estruendo había alterado aquel apacible lugar. El aire envenenado, hamacado, sacudido por los movimientos de la dama, parecía golpear contra las cortinas color champagne, rebotar contra las paredes de la sala e invadir los estantes de la biblioteca, intoxicando irreversiblemente las páginas de aquellos volúmenes con Poison.

Se abre una puerta. “Adelante”, dice él. Piernas que se descruzan, falda que aletea, cartera que se aprisiona bajo el brazo cual balón de rugby, anteojos que se descalzan del rostro con la mano libre, ruido de tacos sobre el parquet, gafas que pasan a la mano de la cartera para estar disponible a estrechar la del otro que se ofrece gentilmente, mirada intensa (furtiva... ¿traviesa, enojada?) de la dama, puerta que se cierra, hojas de ficus que se sacuden en la sala, anónimas.

“Este fin de semana participo de un congreso en Mar del Plata y probablemente el lunes no esté de regreso a la hora de su sesión. ¿Usted podría venir más tarde?”. Esto dijo el psicoanalista, pero nunca le habló de esa mujer fea y vieja que estaba con él allí, sentada a su lado todo el tiempo y con la que no dejaba de cuchichear. Además, su participación consistía en una ponencia de media hora el sábado por la mañana y el congreso terminaba a las siete de la tarde. ¿Qué era tan importante que lo retuviera hasta la mañana del lunes? Seguramente la vieja fea. Su esposa no era, porque ella bien sabía que él era soltero. Para ser solo una amiga, las caricias y las risas cómplices al oído eran del todo fuera de lugar, obscenas. Esto pensaba Miriam, atrincherada en su butaca unas cuantas filas detrás del dúo pérfido. Además, si él le dijo cuál iba a ser su destino ese fin de semana, era porque -sutilmente (característica de cada una de sus intervenciones)- la estaba invitando a un encuentro fuera del territorio del análisis. ¿Y qué mejor que Mar del Plata, a cuatrocientos kilómetros del consultorio? Pero ahora, ¿qué significaba esa vieja horrible que lo tocaba, le hablaba al oído y le provocaba risas lujuriosas? En cambio, con ella siempre frío, distante, como desentendiéndose de algo que, en realidad, era imposible ocultar. Disimular el amor que se profesaban mutuamente, cada uno a su modo, era como tapar el cielo con las manos.

Aplausos, conversaciones, risas, humo. Cocktail de clausura de las jornadas. Las caras de siempre, otros muchos desconocidos, visitantes ilustres de varias partes del mundo, la crema del psicoanálisis y aquella vieja adosada a su analista como un sidecar a una moto alemana de la segunda guerra. Automáticamente mete la mano en su cartera, sin mirar el paquete saca un cigarrillo, lo presiona levemente entre sus labios mientras busca el encendedor bañado en oro con incrustaciones de piedra que le trajo su hermana de París y que no logra encontrar. La vieja está fumando. El hombre no puede verla, está de espaldas. ¿Sabrá que está allí? ¿La habrá visto en el auditorio? Por supuesto que sí, era imposible que no la hubiera visto mientras estaba entre los panelistas. Incluso sus ojos se habían posado en ella varias veces durante su exposición como si secretamente le dedicara su discurso. Lo que resultaba absolutamente incomprensible era la crueldad, la infinita maldad que se necesitaba para haberla citado allí solo para desairarla de la manera más vil.

* Psicoanalista. Doctor en Psicología. Magíster en Psicoanálisis. Docente del Doctorado en Psicología y de la Maestría en Psicoanálisis de la Universidad de Buenos Aires. Co-Director de la Maestría en Psicopatología (UCES). Entre otros libros, ha publicado Vivir mejor. Un desafío cotidiano (Paidós 2021); La función social de la esquizofrenia. Una perspectiva psicoanalítica (Eudeba 2020); Clínica de la elección en psicoanálisis. Vol. I y II (Letra Viva 2013).