Mónica Garza

La historia de un secuestro que “nunca sucedió”

GENTE COMO UNO

Mónica Garza
Mónica Garza
Por:

No puedo revelar la fecha exacta de los hechos que voy a narrar, porque ni la propia víctima quiso decirlo, el solo acto de recordar le da culpa, porque dice que retumba en su cabeza la voz de “el jefe” diciéndole:

“Esto nunca te sucedió. Y no vayas a hacer una pendejada, porque acabas de volver a nacer”…

Mientras me lo narra, ni siquiera se da cuenta del silencio en el que por momentos se pierde con la mirada en el vacío, horrorizada, como si estuviera viendo al demonio… al mismo de aquel día.

No cabe duda que los extremos se tocan, porque comenzó la narración de forma casi poética, describiendo uno de esos anocheceres tardíos de la primavera, en esta ciudad de México donde el cielo y el infierno tantas veces se tocan, como esa noche.

La víctima:

Eran como a las 7 de la noche, el valet parking me entregó mi coche y me dirigí hacia el periférico, rumbo al sur, a mi casa. Había muchísimo tráfico y a la altura del Museo del Niño, escuché un estruendo.

Con un ladrillo me rompió el cristal del copiloto, el hombre que enseguida se subió a mi lado, perfectamente “planchado”, con pantalón de gabardina color crema, la bota vaquera boleada impecable, anillos de oro en todos los dedos, mancuernillas, lente oscuro de “guarro”, y muy pausadamente me dijo: “Tranquila”.

En la parte trasera de mi lado, se subió otro fulano al cual nunca le vi bien la cara. El que estaba junto a mí, que claramente era “el jefe”, me dijo: “¡Maneja! vas a subirte por Constituyentes”…

En medio del tráfico no podía salirme del carril en el que iba y entonces el señor que se subió atrás se desesperó, me jaló del pelo y comenzó a insultarme: “¡Eres una pendeja! no estás cooperando…”

El que iba junto a mi dijo: “Frena y quítate de ahí… Yo voy a manejar”. Frené y el que iba sentado atrás me bajó de los pelos y me dio un rodillazo en el estómago. Yo me doblé de dolor mientras él me aventó como un bulto al asiento de atrás, gritándome “pendeja no me veas, no voltees…”

Y empezaron a aventar mis cosas, abrieron mi bolsa y empezaron a sacar todo lo que traía. Alcancé a ver que mi cartera voló y cayó junto a mí. La tomaron, buscaban mi identificación. Yo estaba de bruces mirando al suelo, porque esa fue la instrucción que me dieron.

De pronto escuché la voz de “el jefe”, que por radio se comunicó con alguien que iba en un coche que visiblemente venía atrás de nosotros:

“¡¡Pendejos!! ¡ésta no es!… ¡Ésta no es fulana de tal!… ¿Ahora qué hacemos? ¡¡Me lleva la chingada!!… Recontó los hechos, el nombre del restaurante, la marca de mi coche, cómo habían confirmado que “ella” estaba ahí … Supe entonces que me habían confundido. Pero yo era la que estaba ahí.

Fotografía de stock que muestra a una mujer secuestrada.
Fotografía de stock que muestra a una mujer secuestrada.Foto: Freepik.com

“El jefe” comenzó a gritarme: “¿tú quién eres pendeja?, ¿Cómo te llamas ?”… Soy (fulana de tal), ahí están mis documentos, yo no soy la persona que ustedes quieren… alcancé a decir.

“¡¡Son unos pendejos!!, ¿Ahora qué hacemos con ésta?”… y empezaron a insultarse entre ellos, hasta que “el jefe” le dijo al otro, “¡maneja!”… y a partir de ahí todo quedó en silencio.

Pronto dejó de escucharse el tráfico y los ruidos de la ciudad. Lo único que sonaba todo el tiempo era mi celular. Nadie lo contestó nunca. Yo seguía de rodillas en la parte de atrás, con la cabeza agachada, temblando y mordiendo el suelo, porque “el jefe”, además de lentes y anillos, traía una pistola con la que todo el tiempo me estaba apuntando. Pasó mucho tiempo.

De pronto “el jefe“ dio la orden de regresar. Y de pronto se dirigió a mí: “Pendeja, volviste a nacer… Tú no nos interesas. Pórtate bien y no te va a pasar nada. Tu seguro de vida es que no nos veas las caras. Te vamos a dejar en un lugar y esto nunca te pasó. ¿Quedó claro?…

El coche se detuvo: “te vamos a dejar tu coche pero no tu llave. Camina. ya sabes que estamos armados, vas a contar hasta cien sin voltear”…

Cuando me reencontré con mi esposo lo primero que me preguntó fue ¿qué te hicieron? ¿por qué estás toda orinada?… Me metí a bañar y me dormí dos días…

Tuve el valor de encontrar a la familia de (menciona el nombre de una mujer), para avisarles que estaban sobre ella. No dije nada más. Me porté bien…

La víctima asegura que las autoridades actuaron, pero el desenlace nunca se sabrá. Ni los nombres, ni las fechas. Es un capítulo oscuro, de un México oscuro, que a veces —sólo a veces— , perdona la vida…