Montserrat Salomón

Johnson en su laberinto

POLITICAL TRIAGE

Montserrat Salomón
Montserrat Salomón
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Boris Johnson llegó al poder rodeado de discursos y expectativas irreales por parte de la gente que decidió darle su apoyo en una de las victorias electorales más claras de los últimos años para el partido conservador. Sin embargo, Johnson apenas lleva un año en el poder y ni sus bufonadas han logrado evitar que su administración se vaya a pique en la actual crisis que vive por su pésimo manejo de la pandemia y las consecuencias del Brexit.

Lejos quedan ya las promesas de que se retornaría a una posición protagónica en el comercio internacional. Al contrario, las dificultades se han acumulado y más bien parece que el territorio está cada vez más aislado y amenazado incluso en su unidad interna.

La realidad se ha impuesto a las palabras, al no gestionar con delicadeza las relaciones con los territorios que habían estado en contra del Brexit, Johnson se ha complicado la existencia. En estos momentos, Escocia sueña con una separación y Johnson ha tenido que aceptar una frontera de facto entre las Irlandas, poniendo los pelos de punta a más de uno al estar pisando territorio minado.

Su apuesta populista que buscaba un proteccionismo a ultranza que atraería la inversión se estrelló cuando dejó sola a la población ante la llegada del coronavirus. Antepuso la economía a la salud buscando la inmunidad de rebaño, una idea que, en la práctica, resulta una cruel condena para las clases menos favorecidas. Al llegar a cifras récord de muertes trató, tarde ya, de rectificar el camino, mas el daño estaba hecho.

Al final, Johnson ha demostrado no ser más que palabras y actos circenses. Su afinidad con el presidente estadounidense ha demostrado tener pies de barro al no contar con el poder económico para establecer una paridad en la relación. Boris se ha quedado sin nada. Sin la Unión Europea y sin el apoyo de Trump, que se sabe que no tiene otro aliado que sus propios intereses.

Lamentablemente, el carisma del primer ministro no servirá para arreglar el caos que ha provocado en su primer año al mando del Reino Unido. Johnson no es culpable del entorno internacional que le ha tocado vivir, pero sus habilidades de gestión y potencialidades diplomáticas han dejado mucho que desear a la hora de la verdad. Boris es mucho mejor político de oposición, aun dentro de su propio partido, que hombre al mando. Simplemente no tiene el músculo necesario para una época de crisis que requiere el temple de una estadista de la talla de Margaret Thatcher.

Boris Johnson se encuentra en un laberinto que él mismo ayudó a crear. La crisis sanitaria y económica no sería tan cruda si él mismo no hubiera aislado a su país con su manejo extremo del tema del Brexit. Ahora tendrá que ingeniárselas para salir solo de este empantanado dilema.