El laberinto venezolano

POLITICAL TRIAGE

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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La semana pasada se confirmó la extradición del empresario colombiano Alex Saab. A este sonado caso se unieron los de Hugo Carvajal y Claudia Díaz, ambos comparten con Saab estar implicados en lavado de dinero y narcotráfico y estar asociados a la cúpula del poder en Venezuela.

Saab era contratista de programas sociales en Venezuela, uno de vivienda y otro de alimentos. Se presume que desvió millones de dólares en recursos mientras el pueblo se hundía en la miseria. Carvajal fue el jefe de la contrainteligencia militar con Chávez y Maduro, mientras que Díaz fungió como tesorera del gobierno venezolano. Los tres están acusados de crímenes graves y los tres tienen ligas fuertes con Nicolás Maduro. Una semana fatídica para el dictador.

Maduro ha reaccionado jugando una carta poderosa: romper las negociaciones que, después de años de intentos, se estaban llevando a cabo con la oposición. El gobierno de Biden apoyaba el intento de sentar a Maduro a la mesa, pero los procedimientos judiciales contra estos personajes ya estaban en marca y son imparables. Este revés diplomático ha dinamitado las negociaciones y regresa la situación a su estado previo, en el que Maduro tiene armas para victimizarse y retomar la postura del perseguido por el imperio.

Por su parte, el gobierno de Biden también fue tomado con la guardia baja ante estos eventos. Cuando claramente estaba apostando por la vía de la negociación y del levantamiento de sanciones, estos acontecimientos desestabilizan su estrategia y los hace dar dos pasos de costado. El tablero diplomático está en tensión. Con los juicios en puerta, la fiscalía tendrá que andarse con pies de plomo para asegurar no sólo las condenas, sino la obtención de información suficiente para golpear con fuerza y definitivamente al gobierno de Maduro. Cualquier otra cosa habría roto las negociaciones por nada y dejaría a Biden en una posición incómoda.

Maduro está en lo suyo, él y sus lacayos se han encargado de acusar a las partes implicadas de acoso, confesiones forzadas y persecución al chavismo. Esta película ya vimos cuando la justicia estadounidense juzgó y condenó a los sobrinos de la esposa de Maduro.

Si bien el cerco se ha estrechado en torno a Maduro y la cúpula del poder en Venezuela, la velocidad ha sido exasperantemente lenta. La justicia llega pero tarda. Lamentablemente, este dilema diplomático es el pretexto perfecto para detener las negociaciones, con lo cual el pueblo venezolano vuelve a quedar atrapado en el laberinto chavista. Veremos cuál será la reacción de Biden. Probablemente tengamos por delante años de procesos judiciales que culminen en un pacto oscuro en el que Maduro salga del poder a cambio de su libertad. Algo injusto y necesario.