Trump, un presidente en crisis

POLITICAL TRIAGE

MONTSERRAT SALOMÓN
MONTSERRAT SALOMÓN
Por:
  • Montserrat Salomón

En un lapso de 48 horas, las muertes por coronavirus en Estados Unidos rebasaron el umbral de los 100 mil muertos, 40 millones de personas se registraron como desempleadas y las calles se inundaron de protestas airadas por la muerte George Floyd, a manos de un policía blanco, en un acto de brutalidad policiaca cargado de tintes racistas. Éste es un país en crisis. Éste es el país de Donald Trump.

Podría parecer que esta coyuntura no es su culpa, sin embargo, Trump influyó en que las circunstancias adversas se convirtieran en un desastre de gran proporción. Él fue el que, sentado en su escritorio a principios del mes de marzo, declaró que el coronavirus era un invento de los demócratas para desestabilizar su gobierno; él fue el que una y otra vez animó a la gente a no escuchar a los científicos relativizando la verdad; él fue el que debilitó las prestaciones sociales del Estado haciendo millones de trabajos vulnerables ante una crisis; él fue el que alabó un modelo de economía que privilegiaba los recortes de impuestos a los más ricos, debilitando el umbral de acción del mismo gobierno; y él fue el que encendió y normalizó las expresiones racistas provocando directamente estallidos como los que hemos visto tras la muerte de Floyd.

Trump fracturó a su país. Destrozó las bases de las políticas sociales y ahondó las profundas diferencias raciales. Nunca fue el presidente que uniera, pacificara o consolara a su pueblo. Ha sido el presidente del conflicto, la separación y la confrontación. Ahora, en una coyuntura que requiere unidad y solidaridad, el presidente está perdido porque son palabras que no comprende. Esta crisis exige a un líder capaz de ser la voz de su pueblo. La voz que conforte y calme. La voz que guíe con una estrategia clara y bien pensada. Ésa no es la voz de Trump.

La realidad demanda a un presidente que la afronte con valor y determinación, no a un farsante que rehúye de ella y que la niega cada vez que no conviene a sus intereses. No se puede negar el hambre de 40 millones de familias desempleadas; no se pueden negar los más de 100 mil muertos acumulándose en las morgues; no se pueden negar los miles y miles de personas que, aún bajo la amenaza de esta pandemia, salieron a la calle a gritar ¡ya basta!

Rara vez se ha visto en la historia una brecha más honda entre el líder necesario y la dolorosa realidad. Trump no está hecho para calmar, consolar o unificar. En su sangre corre la rabiosa división. Su apuesta está en que, al dividir, él mantenga la mayor parte y pueda seguir adelante con sus intereses. Su narrativa de esta crisis, aunque irreal, sigue siendo incuestionable para muchas personas, a pesar del desempleo, la violencia y las muertes que su presidente ayudó a crear.