Montserrat Salomón

Un virus, dos realidades

POLITICAL TRIAGE

Montserrat Salomón
Montserrat Salomón
Por:

Anthony Fauci es el principal epidemiólogo de Estados Unidos y lleva más de cuarenta años como servidor público. Cuenta con una gran credibilidad y ha trabajado con presidentes de ambos partidos. Él, para pesar de Donald Trump, supera con creces la aceptación del presidente en las encuestas, pero eso no le interesa pues tiene claro que, como científico, su deber es mantenerse al margen de las disputas políticas. La ciencia sólo obedece a la evidencia, no a la creencia.

A Fauci no le interesa polemizar. En más de una ocasión se le ha cuestionado sobre las declaraciones de Trump en las que promociona medicamentos no aprobados, desestima el uso de cubrebocas y hasta convoca a mítines y aboga por la reapertura inmediata de la economía. Fauci no se enreda, se atiene a los hechos y mantiene mensajes claros ante la única meta que define su trabajo: detener la pandemia.

Es refrescante ver a un funcionario de la Casa Blanca que no hace malabares por no contradecir a su jefe. Es de admirar la figura de este científico que trabaja en la política, pero que entiende que se le paga por servir al pueblo por medio de la ciencia, aunque esto vaya en contra de lo que afirma el presidente y su partido.

Cuando se politiza la salud pública, las consecuencias se miden en muertos. En Estados Unidos los estados tienen mucha responsabilidad en el manejo de esta crisis, por eso vemos resultados tan dispares y movimientos oscilantes en las curvas generales. Pero no cabe duda que lo que dice el Presidente hace eco en la gente. Trump por fin se ha dejado ver usando cubrebocas, aunque sigue orgullosamente montado en su discurso sobre la “libertad” de no usarlo. Insiste en seguir en campaña, haciendo mítines multitudinarios, pero cada vez es más insostenible esta práctica ante la evidencia de los rebrotes que le siguen los pasos.

Ante la inexorable fecha de las elecciones en la que buscará un segundo periodo, Trump se encuentra entre la espada y la pared. Unas elecciones en noviembre seguramente estarían aún invadidas por la sombra de esta pandemia y tendrían que realizarse en buena parte por correo u otros medios alternos. Así que el presidente se ha abocado a hacer lo que mejor hace: verter “hechos alternativos” sobre la fiabilidad de este tipo de votación y pedir que se aplacen los comicios.

En una administración que se ha destacado por desestimar los hechos y menoscabar a la ciencia, la cara más respetada es la de Anthony Fauci. Trump tendrá que decidir cómo manejar el mensaje apegado a la verdad y la realidad del científico con su retórica anticientífica e ideologizada por lo que resta de su mandato. Si Trump no apoya a Fauci, la escalada de contagios podría seguir y su imagen pagaría el precio en plena carrera electoral.