El tambaleo de las estatuas

SURCO

Obdulio Ávila
Obdulio ÁvilaLa Razón de México
Por:

Paseo de la Reforma perdió una de sus estatuas icónicas, que daba nombre a unas de sus glorietas, la de Cristóbal Colón.

No la derribaron, pintaron o mutilaron los opositores a su presencia; fue el Gobierno de la ciudad, que la retiró con el pretexto de su rehabilitación, lo que tuvo distintas lecturas: una como simple medida preventiva para evitar que manifestantes la dañaran y otra, que fue un conveniente retiro, sin costo político para un gobierno deseoso de hacerlo. Ese acto posiblemente inició el debate sobre monumentos a personajes históricos en nuestro país.

Los antecedentes del encono contra la estatua de Colón pueden encontrarse en la muerte del afroestadounidense George Floyd, que despertó —una vez más— una serie de protestas contra la brutalidad policial y el racismo en el vecino país del norte, propiciando un nuevo impulso al movimiento Black Lives Matter; pero también prendió la mecha de un revisionismo histórico a monumentos que se vinculan con la esclavitud y el colonialismo.

El derribo de las estatuas ha sido noticia cotidiana en Europa y en países de África; en América, las expresiones más virulentas han sido en Estados Unidos contra símbolos de los confederados, Junípero, Washington, Jefferson y, por supuesto, contra Colón.

En 2001, en Afganistán, los talibanes destruyeron estatuas de Buda en Bamiyán, por ser ídolos contrarios a las enseñanzas del Corán. Eran Patrimonio de la Humanidad con más de 1,500 años de existencia. Su desaparición fue un crimen cultural.

Los movimientos violentos contra monumentos tienen el tufo de un talibanismo cultural, en el que el odio suple al diálogo, la discusión y la necesidad de darle un significado equilibrado, plural a cada personaje.

El revisionismo histórico es selectivo e inconsistente; en la ciudad se colocan estatuas del Che Guevara y Fidel Castro, acreditados violadores de derechos humanos y homófobos.

¿Desaparecemos monumentos a Aristóteles por sus comentarios sobre las mujeres o la defensa de la esclavitud? ¿Prohibiremos su estudio?

Las estatuas de personajes históricos son parte de nuestro patrimonio cultural e histórico, en cada una de ellas debería existir una placa señalando su contribución y repercusiones. Al pasado no se le puede cambiar una sola coma, pero la mirada de cada época debe servirnos para aprender, aquilatar el aporte y no repetir errores. Desaparecerlas, no borra el pasado, reivindica una revisión violenta que no representa a todos, en donde nos arrogamos la lectura final de la historia.

El legado de los personajes históricos contiene luces y sombras; cada generación debiera aportar su lectura, sin destruir el derecho de las generaciones venideras por confirmarla, modificarla o cambiarla completamente.

No sirve tumbarlos, sirve usarlos para discutir la historia. Se trata de entenderla, no de borrarla.