El último baile: la competencia como política

FRENTE AL VÉRTIGO

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En abril se estrenó la serie documental The Last Dance, la cual resume la vida de Michael Jordan al frente de uno de los equipos más icónicos de la historia del deporte y de los años 90: los Chicago Bulls. El documental, de manera general, narra la vida de Jordan y, de forma paralela, narra la búsqueda de un nuevo título por parte de un equipo ganador, pero con fricciones.

Quizás lo más valioso del documental es el recuento de una personalidad competitiva y ganadora, que buscó y encontró los medios para alcanzar un desempeño espectacular. Cuando uno escucha las historias de Jordan, Pippen o Rodman, se da cuenta que no nacieron en una familia adinerada, pero sí crecieron con una cancha de basketball a pocos pasos y una universidad que les dio la oportunidad de aspirar a niveles profesionales.

Hay una lección sobre lo que hace Estados Unidos para favorecer el desarrollo de personalidades competitivas y exitosas. Existe una cultura de la competencia feroz pero deportiva, que genera triunfos, títulos y éxitos profesionales. Cuentan con canchas de basketball, de americano, talleres de pintura, fotografía y periodismo, academias de danza y de música, laboratorios de datos, de ciencia y políticas públicas, que le retribuyen con miles de expertos, apasionados y competitivos, calificados y perfeccionistas, surgidos no por casualidad sino por una metodología y proyecto de Estado que acompaña a una persona desde su nacimiento, su desarrollo profesional, hasta su muerte.

La administración actual ha dado pasos firmes para promover la competencia y el desarrollo de capacidades con la construcción de deportivos, escuelas y centros de artes, en zonas marginadas y descuidadas por décadas por el Estado, mediante el Programa de Mejoramiento Urbano, que acerca a la población al deporte, al arte y a la ciencia.

Pero, por otra parte, no ha sido suficientemente cuidadosa para llegar al segundo paso de acercar a las personas que han desarrollado sus talentos y capacidades, a oportunidades realmente efectivas para darle la vuelta a su vida y retribuir a la sociedad. Es el caso de políticas que apuntan a moscas con escopetas y producen efectos nocivos como la disminución de 75% del presupuesto del CIDE, acotando los alcances de una institución que genera científicos sociales de primer orden.

También es el caso de becas genéricas, que no son acompañadas de la tutela del Estado para generar expertos o nuevos talentos. Lo anterior, nos mantiene en una situación en donde la genialidad y la alta competencia, es fruto de chispazos aislados e individuales y no parte de una metodología para producir lo mejor que una persona puede ofrecer al mundo. Quizás valga la pena, pensar en los programas, como una cadena que acompaña a la población en todas las etapas y facetas de su vida y sacarlos de su ostracismo.