Pedro Sánchez Rodríguez

La función pública

CARTAS POLÍTICAS

Pedro Sánchez Rodríguez*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Pedro Sánchez Rodríguez
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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“Es del todo cierto, y así lo demuestra la Historia, que en este mundo no se arriba jamás a lo posible si no se intenta repetidamente lo imposible” (Max Weber).

El Gobierno ha experimentado cambios acelerados desde la llegada del modelo neoliberal en 1982. Las modificaciones, en medio de crisis y transiciones, han implicado cambios administrativos relacionados con el tamaño de la estructura burocrática, y las carreras profesionales y los perfiles técnicos que la integran. Los discursos y las políticas públicas han significado una transformación de la administración, para asegurar la integración de México en el libre mercado, en el libre comercio, en la democracia, los derechos humanos, el Estado regulador y el neocardenismo.

Más allá de que unos y otros pudieran estar de acuerdo o no con las políticas implementadas en las últimas décadas, es una realidad que detrás de cada uno de los cambios que hemos vivido está presente un cuerpo encargado de aplicarlos: los funcionarios públicos.

Los funcionarios públicos son personas cuyos cargos están sujetos a quien ocupa la silla presidencial. La lucha política electoral tiene como objetivo el poder, y entre los muchos derechos que adquiere el ganador está el de distribuir los cargos del aparato administrativo, para quienes son de su confianza. Pero ese derecho se transmite, como una cascada, a esta primera cúpula de funcionarios políticos quienes adquieren, a su vez, la potestad de nombrar a los que son de su confianza, y así sucesivamente.

La lucha política electoral genera un juego que es muy propio de la Administración Pública y que puede ser muy cruel. Lo es porque hay una diferencia radical entre el juego de la política electoral y el de la función pública y es que, en el primero, lo que está en juego es el poder por el poder o por idealismo, quizás la reputación y el desencanto, mientras que, en el segundo, lo que está en riesgo es el salario, la estabilidad económica y tu trabajo. Los únicos frenos institucionales que se atraviesan son el servicio profesional de carrera y el sindicalismo.

Desde fuera, las oficinas del Gobierno parece que tienen un color sepia y son espacios donde el tiempo pasa más lento de lo que debería. Cuando uno está dentro del Gobierno el color es vívido y el tiempo pasa mucho más rápido de lo que uno quisiera. Apenas uno se siente cómodo cuando un sismo te saca del escritorio para censar casas dañadas en Chiapas y en Oaxaca. Cuando uno regresa, el jefe del jefe, del jefe de tu jefe, de tu jefe, de tu jefe… avisa que se va de campaña, y aunque la cima se ve muy alta, sabes que su deslave siempre puede pedirte la oficina. Llega una nueva administración que a todos mira con sospecha por no conocerte, por trabajar con un partido por el que ni siquiera votaste, ni comulgas. Haces equipo, aprendes a trabajar en el caos, te aferras a no guardar tus cosas en tu caja de cartón, pero sabes que la silla siempre es prestada.

La función pública es adictiva, no podría ser de otra forma, porque nadie en su sano juicio iría a pasar la mayor parte de sus días en medio de un temblor. Es pasión porque, aunque desde fuera, día con día, el burócrata es injustamente desprestigiado, uno se dirige a la tormenta con el pecho henchido de orgullo de trabajar por su país. Es de valientes porque en un país como el nuestro la justicia, la verdad, la solidaridad y la equidad no debería de ser otorgada mayoritariamente en Tribunales y Cortes, sino en cada trámite, llamada, notificación y acto en cada ventanilla y oficina de Gobierno.

Si las cosas pasan en este país, sobre todo para bien más que para mal, no es sólo porque a un presidente se le ocurre, es porque bajo su mandato tiene una estructura que diario hace lo imposible para hacer posible la electricidad para las casas, calles para el transporte, salones para educar, hospitales para sanar, agua para lavar. Es incuestionable que los servicios públicos distan mucho de ser los que necesitamos, siempre hay forma de hacer mejor las cosas y el Gobierno está repleto de personas dispuestas y preparadas para hacerlo posible.

Agradezco profundamente a todas las personas con las que tuve el gusto de compartir cinco años de responsabilidad, mesura y pasión en el IMSS. Sobre todo, al equipo de Atención a Quejas Médicas en Nivel Central, CTAQIP, JD y los Médicos Investigadores.