Pedro Sánchez Rodríguez

Millennials al poder

FRENTE AL VÉRTIGO

Pedro Sánchez Rodríguez
Pedro Sánchez Rodríguez
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¿Qué tienen en común la primera ministra de Finlandia, el presidente de El Salvador y el líder supremo de Corea del Norte? ¿Qué comparten la secretaria del Trabajo, el de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano y el director del Infonavit en México? Todos nacieron después de 1981 y, por lo tanto, son millennials. Lo que hoy es una excepcionalidad, se convertirá en la generalidad: es cuestión de tiempo para que la mayoría de las posiciones de poder en gobiernos, empresas y organizaciones sean ocupados por esta generación.

Ser millennial no es garantía de un liderazgo ejemplar, por ejemplo, Nayib Bukele, presidente de El Salvador, ha sido admirado por su juventud, pero también criticado por su tendencia a utilizar al Ejército en actividades del fuero común. Ni tampoco es sinónimo de gestiones inmaduras. En México mucho se criticó la llegada de figuras jóvenes como Luisa María Alcalde al frente de la Secretaría del Trabajo, Román Meyer en la Sedatu o Carlos Martínez en Infonavit, lo que es cierto es que ninguna de estas instituciones han sido tan cuestionadas como las de la Segob, la SCT o la Secretaría de Salud, a cargo de titulares más viejos.

Esta semana se hicieron públicas las candidaturas de Gibrán Ramírez Reyes y Antonio Attolini para participar en la encuesta conducida por el INE, abierta a la militancia y simpatizantes de Morena, para ser considerados al cargo de nuevo presidente y secretario general del CEN del partido, respectivamente. Se trata de dos perfiles muy activos en redes sociales y medios de comunicación, plenamente identificados con Morena y voces millennial del obradorismo. Lo que es verdaderamente relevante y comparto, más allá de las fobias y filias que desatan ambos personajes, es la oportunidad de poblar la dirigencia de la primera fuerza política nacional con liderazgos millennial.

Ocupar estas posiciones no tiene por qué esperar más. La generación millennial creció con la transición democrática mexicana, se ha desarrollado a la par del boom tecnológico mundial, es consciente de los aciertos y los errores cometidos en el pasado y tiene una mayor sensibilidad sobre el presente y la preparación para enfrentar los retos futuros. Nunca en la historia, México ha contado con la calidad de profesionistas con los que cuenta ahora. Es por ello, que es necesario que emerjan de sus filas las y los líderes que generaciones pasadas han formado y se animen a tomar lo que es suyo.

Ni los liderazgos en el Gobierno ni las candidaturas de Gibrán y Attolini representan a la generación millennial. Sus posiciones y candidaturas tan sólo son un recordatorio de que hemos pasado demasiado tiempo viendo las mismas caras en puestos de poder y urgen figuras jóvenes que renueven las dirigencias. Que pronto la competencia no sea con las generaciones anteriores, sino con las nuevas.