Pedro Sánchez Rodríguez

Perfidia

CARTAS POLÍTICAS

Pedro Sánchez Rodríguez*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Pedro Sánchez Rodríguez
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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El imperio de Napoleón no hubiera nacido sin su traición a la Revolución, nuestra independencia no se hubiera consumado en 1821 sin la deserción de Iturbide, la izquierda no hubiera llegado al poder de no haber abjurado del PRI en 1988. No es sólo por ella, pero sin la traición no tendríamos patria ni democracia, no existiría Morena ni ningún otro partido político más que el PNR. A pesar de que el Ejecutivo ha sido ocupado por el PRI, PAN y Morena, y de que la composición partidista de los congresos ha cambiado, las caras políticas de relevancia llevan desde hace rato siendo las mismas. En los congresos, las cortes y los gabinetes siempre ha habido traidores. 

Es de sabios cambiar de opinión, pero lo de los políticos es la perfidia. Es un arte que se perfecciona con los años y sus artesanos lo enmascaran como adaptabilidad y autenticidad. Manuel Bartlett se las ha ingeniado para mantenerse en la política nacional desde los años sesenta. La misma historia, aunque distinta, la puede contar Porfirio Muñoz Ledo. Es la lección de las personas que por décadas llegaban a la misma oficina a la misma hora y luego, sin aparentes remordimientos, la apedrearon en cinco minutos. Cualquiera diría que sus traiciones los deberían de aniquilar, pero siguen ahí. Uno puede dar la espalda a todos, menos a uno mismo. La traición no es absoluta y los traidores siempre son leales a algo.

A pesar de las antipatías y simpatías que puedan producirles a unos y otros, las traiciones políticas, las sumas y las restas de sus ambiciones personales, han resultado en las instituciones de nuestra democracia. La traición es movimiento y cambio, pluralismo y democracia, frente al dogmatismo y el moralismo. En nuestros tiempos hay rasgos que hacen ver la lealtad al régimen más como Maximato que como Cardenismo. La denostación que se hace desde el poder a la “traición” es, en realidad, un enfado con la democracia representativa y la competencia política.

La propia coalición, afín al Gobierno, tiene en sus filas personajes que han optado por la defección. La Reforma Eléctrica ha develado absurdos de este mosaico. En 2013, una diputada de Nueva Alianza (Rincón Chanona) y dos del PRI (Corona Nakamura y Delgadillo González), votaron a favor de la Reforma Eléctrica de Peña Nieto y, ahora, en 2022, una revelación mística les hizo votar a favor, ahora desde Morena y el Partido Verde. Tres senadores, dos del Partido Verde (Puente Salas y Melgar Bravo) y una del PAN (Mendoza Díaz), votaron a favor de la Reforma Eléctrica de 2013 y ahora, como diputados, votaron a favor desde el Partido Verde.

Es decir, en 2013, estuvieron de acuerdo en la apertura de participación de inversionistas en mercados del sector energético y el fortalecimiento de órganos reguladores, pero, en 2022, optaron por limitar la participación del sector privado y debilitar a los órganos reguladores, coordinados en materia energética. Posiblemente, los legisladores no traicionaron al pueblo, pero sí a sus circunscripciones o distritos. Con todo, merecieron una felicitación del presidente de Morena.

Los diputados que votaron en contra, recibieron un trato muy distinto. Se les acusó de “traición” a México al no defender lo público y preferir proteger a empresas extranjeras que se dedican a “medrar y a robar”. Bajo esa lógica, los Congresos deberían ser mejor coros. Sin la libertad de disentir con lo que para muchos es evidente, el tiempo y el espacio político se repetiría infinitamente. Quitarle a la traición su importancia como acción política, es arrancarles la ambición y el deseo a los políticos.

Una esperanza: conforme se acerque el 2024, habrá más traidores que santos. Emergerán, por supuesto, de la oposición, pero también de la coalición gobernante. La democracia así lo demanda. Cuando la perfidia se limita a las normas democráticas, es la expresión política y pragmática de la flexibilidad y el antidogmatismo (Jeambar y Roucaute, 2018).