Rafael Rojas

¿Alguien dijo república bananera?

APUNTES DE LA ALDEA GLOBAL

Simpatizantes de Trump trepan el muro exterior del Capitolio, en Washington D. C., el miércoles pasado.
Simpatizantes de Trump trepan el muro exterior del Capitolio, en Washington D. C., el miércoles pasado.Foto: AP
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Comenzó como una hipérbole motivada por las analogías entre el estilo y la mentalidad de Donald Trump y los de tantos dictadores latinoamericanos de los dos últimos siglos. Pero con los sucesos de estos días (intento de obstrucción legislativa del mandato de Joe Biden, incitación a tomar el Capitolio, desconocimiento de su derrota) se ha convertido en un tópico de la opinión pública y las redes sociales.

No sólo George W. Bush, muchos, en Estados Unidos y América Latina, se han referido a lo que sucedió en Washington como la evidencia de que ese país se vuelve una “república bananera”. Que lo haga Bush se explica por su pertenencia a una élite política conservadora y anticomunista, que reproduce visiones maniqueas sobre la historia de Estados Unidos y América Latina. Más difícil, aunque no imposible, es entender por qué recurren a la expresión no pocos medios y redes latinoamericanos. Específicamente, algunos que presumen ser no sólo de izquierda sino “la izquierda” por antonomasia.

Es sabido que el origen de la expresión “república bananera” está relacionado con el emporio de la United Fruit Company y las políticas intervencionistas de Washington, sobre todo en la región de Centroamérica y el Caribe, durante la primera mitad del siglo XX. La caracterización —que era, en realidad, una caricaturización— buscaba presentar a esas sociedades como incapaces de autogobernarse democráticamente. Las dictaduras y las intervenciones eran inevitables, según aquellas caricaturas, por la composición social y racial de América Latina.

La hipocresía que entrañaba esa expresión racista es que al decir, desde Washington, que en América Latina no había repúblicas verdaderas sino “bananeras”, se justificaba el respaldo de Estados Unidos a todas las dictaduras anticomunistas de la región. Pero la hipocresía generaba, a su vez, un estereotipo imperial, que identificaba fatalmente a América Latina con el autoritarismo, a pesar de que en la primera mitad del siglo XX también hubo democracias en países como Colombia, Guatemala, Costa Rica o Cuba.

Durante la Guerra Fría, la izquierda latinoamericana rechazó el intervencionismo estadounidense pero se desentendió del legado republicano y democrático latinoamericano. No pocos líderes de esa izquierda ratificaron implícitamente el tópico de las “repúblicas bananeras”, al sostener que en América Latina nunca había existido la democracia. Esos prejuicios vuelven a proyectarse en la lectura que una parte de la izquierda regional está haciendo del ocaso del trumpismo.

En este espacio hemos mencionado varias veces las múltiples señales de simpatía por el trumpismo que aparecieron en la izquierda latinoamericana entre 2016 y 2018. En los dos últimos años, esas señales fueron reemplazadas por una reacción más defensiva al verificarse la hostilidad de Trump hacia Venezuela y Cuba y su entendimiento con líderes de derecha como Jair Bolsonaro, Jeanine Áñez e Iván Duque.

Al rearticular el tópico de la “república bananera”, desde la izquierda latinoamericana, se busca un gesto de venganza histórica, por el cual se cuestiona el mito de que Estados Unidos personifica la democracia y que, por tanto, su intervencionismo pierde todo sentido en el siglo XXI. Pero esa rearticulación deja en pie el mito de que América Latina está condenada al autoritarismo y vuelve a visibilizar, en el contraste con el vecino, el malestar de una parte de la izquierda latinoamericana con la democracia.

En su versión más sofisticada, la tesis del trumpismo como “república bananera” quiere trasmitir que la crisis de la democracia es global y que ningún país se libra de sus estragos. Esa lectura post-hegemónica debería ser lo consecuentemente crítica y plural como para incluir, dentro del diagnóstico, a otras potencias globales como Rusia o China, que apuestan sin ambages por formas autoritarias de gobierno.