Rafael Rojas

La crisis bielorrusa y la izquierda latinoamericana

APUNTES DE LA ALDEA GLOBAL

Bielorrusos protestan en Minsk para exigir la renuncia del presidente Alexander Lukashenko, el pasado 16 de agosto.
Bielorrusos protestan en Minsk para exigir la renuncia del presidente Alexander Lukashenko, el pasado 16 de agosto.Foto: AP
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En cuatro países latinoamericanos gobierna la izquierda: Argentina, México, Venezuela y Cuba. Aun cuando las relaciones entre esos gobiernos sean más o menos fluidas o convergentes, las diferencias entre sus sistemas políticos saltan a la vista. Un área donde esas diferencias se hacen ostensibles es la intersección entre medios de comunicación e intereses geopolíticos. Rusia es central para Cuba y Venezuela, no para México y Argentina.

En Página 12, el diario argentino, han aparecido notas críticas sobre la enésima reelección de Alexander Lukashenko en Bielorrusia y las protestas que desató su aferramiento al poder después de 26 años de gobierno. En una entrevista con Svetlana Aleksievich, de la periodista Silvina Friera, para ese diario, la escritora deploraba el manejo de la Covid-19 por Lukashenko, quien acostumbraba a decir, en plan Bolsonaro, que “no veía virus por ninguna parte”. Y agregaba la Premio Nobel bielorrusa: “la conciencia patriarcal es incapaz de conectarse a una nueva realidad en la que el mal, la muerte y el peligro aparecen con otro ropaje”.

En Cuba, el periódico Granma puso su cobertura en sintonía con Moscú desde un inicio. La victoria de Lukashenko era irrefutable y las manifestaciones respondían a un nuevo intento de “Occidente” de socavar la soberanía de una república hermana. Un artículo de Nuria Barbosa León, el 11 de agosto, lanzaba una teoría: lo que molestaba era el entendimiento entre Lukashenko y Putin, por lo que había que “imponer un guion” y “desatar la ira contra la estabilidad de Bielorrusia”

Cuando estallaron las protestas, Página 12 tradujo una nota de The Independent, el diario británico, donde se relataba la brutal represión de las manifestaciones pacíficas, que provocó la muerte del joven Alexander Taraikovsky y el exilio de la opositora Svetlana Tijanovskaya. No era necesario repetir calificativos de la prensa europea —“autócrata”, “tirano”, “último dictador” de Europa del Este—, para advertir que el periódico argentino suscribía la crítica al autoritarismo bielorruso.

En otro periódico de la izquierda latinoamericana, La Jornada, el corresponsal Juan Pablo Duch publicó varias notas que cuestionaron la reelección de Lukashenko. Poco antes de la contienda, Duch señalaba en su columna “Apuntes postsoviéticos” que “la arrogancia de Lukashenko se había estrellado” con la voluntad opositora de Tijanovskaya. El 17 de agosto, cuando las protestas populares llegaron al clímax, Duch apuntaba que las demandas de la ciudadanía eran legítimas: desconocimiento de elecciones, renuncia de Lukashenko, amnistía de presos políticos y liberación de más de 4 mil manifestantes arrestados.

En otra nota más reciente, el corresponsal de La Jornada comentaba la creación de un Consejo de Coordinación de la sociedad civil bielorrusa, al que pertenece la escritora Svetlana Aleksievich, que recuerda mucho las revueltas contra los regímenes del socialismo real en Europa del Este en los 80. Según Duch, Aleksievich, a nombre de ese Consejo, habría enviado un ultimátum a Lukashenko, instándolo a dimitir, para evitar una guerra civil y una intervención rusa.

En Página 12, el diario argentino, han aparecido notas críticas sobre la enésima reelección de Alexander Lukashenko en Bielorrusia y las protestas que desató su aferramiento al poder después de 26 años de gobierno. En una entrevista con Svetlana Aleksievich, de la periodista Silvina Friera, para ese diario, la escritora deploraba el manejo de la Covid-19 por Lukashenko, quien acostumbraba a decir, en plan Bolsonaro, que “no veía virus por ninguna parte”

¿Qué decía, entre tanto, la prensa oficial venezolana y cubana sobre la crisis bielorrusa? Una nota emitida por Telesur el 9 de agosto, titulada “Lukashenko se perfila a ganar elección presidencial en Bielorrusia”, afirmaba que el eterno mandatario tenía seguro el 80% de los votos y que Tijanoskaya había quedado por debajo del 7%. Luego, cuando estallaron las protestas, el medio venezolano se acopló al relato del Kremlin en la tesis de que lo que estaba sucediendo en Bielorrusia era una nueva “revolución de colores” alentada por “Occidente” —el término de la Guerra Fría que prefieren en Caracas y La Habana—, encaminada a producir un golpe de Estado.

En Cuba, el periódico Granma puso su cobertura en sintonía con Moscú desde un inicio. La victoria de Lukashenko era irrefutable y las manifestaciones respondían a un nuevo intento de “Occidente” de socavar la soberanía de una república hermana. Un artículo de Nuria Barbosa León, el 11 de agosto, lanzaba una teoría: lo que molestaba era el entendimiento entre Lukashenko y Putin, por lo que había que “imponer un guion” y “desatar la ira contra la estabilidad de Bielorrusia”. Los miles de manifestantes de Minsk eran tristes marionetas.