Rafael Rojas

“Nunca ha habido democracia en México”

APUNTES DE LA ALDEA GLOBAL

Porfirio Díaz en foto de archivo.
Porfirio Díaz en foto de archivo.Foto: Especial
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  • Rafael Rojas

Muchas veces hemos escuchado la frase en las mañanas, en Palacio Nacional, y deberíamos pensarla con cuidado. La afirmación contiene un relato de la historia nacional de la mayor relevancia, ya que quien la sostiene es el Presidente de la República. Su significado encierra no sólo una visión del pasado del país sino un concepto de democracia, que es importante dilucidar.

No es la primera vez que en México, o en América Latina, un mandatario dice que nunca ha habido democracia. Los dictadores de fines del siglo XIX y principios del XX (Porfirio Díaz, Manuel Estrada Cabrera, Juan Vicente Gómez o Gerardo Machado) y sus ideólogos (Emilio Rabasa, Laureano Vallenilla Lanz o Alberto Lamar Schweyer) pensaban que América Latina no estaba preparada para la democracia. Defendían gobiernos concentrados y oligárquicos para pacificar y progresar, mientras la población alcanzaba las virtudes que requería la democracia.

Los grandes líderes revolucionarios y populistas del siglo XX (Getulio Vargas, Juan Domingo Perón, Lázaro Cárdenas, Fidel Castro o el Che Guevara) también pensaron que sus respectivos países no habían sido nunca democráticos. Pero el sentido que daban a la afirmación era que las naciones latinoamericanas estaban desprovistas de los derechos económicos y sociales básicos (alimentación, vivienda, ropa, salud, trabajo), por lo que aspirar a que disfrutaran, primero, de libertad de asociación y expresión, era, en el menor de los casos, una frivolidad.

Algunos de aquellos líderes, como Castro, al orientarse hacia el socialismo soviético de la Guerra Fría, llegaron a suscribir que la verdadera democracia era la social y la económica, y que la política era, en todo caso, una democracia burguesa. Otros dirigentes de la izquierda socialista latinoamericana, como el chileno Salvador Allende, siguieron el camino contrario: a su juicio, era posible alcanzar la democracia social y económica sin desmantelar la democracia política.

Cuando el Presidente López Obrador dice que en México no ha habido democracia no está refiriéndose a un régimen de igualdad económica y social sino, estrictamente, de libertades públicas. Queda claro cada vez que a continuación de la frase, reitera el lugar común que la democracia existió en México, brevemente, cuando la República Restaurada, y luego, bajo la efímera presidencia de Francisco I. Madero.

Esa idea de la historia política de México responde a una lectura superficial de Daniel Cosío Villegas, más que a una visión de izquierda como la de Pablo González Casanova en su clásico La democracia en México (1965). Si la noción de democracia del presidente estuviera afincada en el avance de la igualdad social y económica, no recurriría al tópico de los interregnos democráticos de la República Restaurada y la presidencia de Madero.

Lo cierto es que tanto en México como en el resto de América Latina y el Caribe, la democracia, entendida como un sistema político donde las libertades de asociación y expresión están constitucionalmente garantizadas y la competencia política está equitativamente asegurada por la legislación electoral, es una conquista reciente, que se extendió en la región a partir de los 80.

Al decir que nunca ha habido democracia en México, el objetivo es negar, fundamentalmente, la transición de fin de siglo y el hecho de que desde 1997 en México se cumple la mayoría de los requisitos y normativas internacionales que definen a un régimen democrático. Es ese cambio de régimen de los últimos 23 años el que se niega en el discurso presidencial.

Además de cuestionable, la negación es contraproducente porque si no existía democracia en México, en 2018, la popular elección de López Obrador no sería tal. Dado que en sus normas jurídicas y electorales, el régimen sigue siendo el mismo, definirlo como no democrático empañaría al gobierno actual, que pronto entrará en su tercer año.