Rafael Rojas

Indulto a Assange

VIÑETAS LATINOAMERICANAS

Rafael Rojas
Rafael Rojas
Por:

La decisión de la jueza británica Vanessa Baraitser de rechazar la extradición de Julian Assange a Estados Unidos por razones humanitarias abre la puerta a una solución decorosa a un caso lleno de desproporciones e injusticias desde su inicio. De haber sido deportado a Estados Unidos, Assange habría enfrentado un juicio mediático cargado de revanchismo e inclemencia.

El veredicto de la jueza no exonera a Assange de todos los cargos que se le imputan en Estados Unidos, pero sostiene que el proceso mismo sería peligroso para su salud física y mental. La posibilidad del indulto se asienta sobre las mismas razones humanitarias que se aducen para desaconsejar la extradición. En las próximas semanas sabremos si a este desenlace del juicio de extradición sigue una apelación exitosa de los abogados estadounidenses o un proceso de liberación.

Noam Chomsky, referente del altermundismo, ha dicho que, para la administración de Joe Biden y Kamala Harris, el veredicto de la jueza Baraitser representa la oportunidad de ahorrarse un juicio costoso en todos los sentidos. Tiene razón: para un gobierno que intenta diferenciarse del unilateralismo trumpista nada más contraproducente que dar cauce judicial a un proceso inspirado en leyes de seguridad nacional y contra el espionaje informativo que Estados Unidos incumple diariamente en el mundo.

Buena parte de la información que dio a conocer WikiLeaks y que hizo de Assange un enemigo de Washington está relacionada con ataques a civiles en Afganistán e Irak y con torturas en la base de Guantánamo, que la comunidad internacional y los organismos globales de derechos humanos aborrecen. Condenar a Assange por aquellas revelaciones sería avalar acciones que tanto Barack Obama como el propio Joe Biden han rechazado.

El indulto sería también una forma de desalentar las manipulaciones cada vez más burdas de la geopolitiquería global, al estilo de Putin o Maduro. Estos han convertido a Assange en héroe, en buena medida, porque la línea editorial de WikiLeaks, inicialmente crítica de todas las potencias globales, sin excluir a Rusia o a China, comenzó a concentrarse muy fuertemente en la administración Obama y, sobre todo, en una eventual sucesión a favor de Hillary Clinton.

No es popular recordarlo en estos días, pero valdría la pena revisar la trayectoria de WikiLeaks en 2016, cuando Assange estaba refugiado en la embajada de Ecuador en Londres, para advertir la perfecta sintonía ideológica de esa publicación con los grandes medios rusos y bolivarianos en contra de la candidatura de Hillary Clinton y, más o menos abiertamente, a favor de Donald Trump.

Trump correspondió a esos guiños con una proliferación de elogios a Assange y WikiLeaks durante todo 2016. Varias veces dijo “I love WikiLeaks”, que la plataforma había hecho un “trabajo maravilloso” y la utilizó como fuente de validación del giro aislacionista y unilateral que impuso a la política exterior de Estados Unidos.