Los últimos 900 días de gobierno de AMLO

De Libertad y Responsabilidad

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Desde 2017 se está dando un fin de ciclo de gobiernos de izquierda en América Latina, conocido como la “Marea Rosa”. Como explica Mario Torrico en el libro Giro a la Derecha de FLACSO, uno de los factores coincidentes con este periodo fue el extraordinario precio de materias primas que benefició las finanzas públicas permitiendo la expansión de las políticas sociales de transferencias condicionadas y el aumento de las capacidades del Estado en países latinoamericanos.

Para Diego Solís Delgadillo, investigador del Colegio de San Luis, el resultado electoral de 2018 se puede interpretar a través del voto de castigo producto de dos factores importantes, la corrupción y la inseguridad. López Obrador construyó a través de su narrativa, una opción de cambio del statu-quo con credibilidad social.

En el modelo obradorista hay dos políticas de gobierno que resultan contradictorias frente a las de sus pares latinoamericanos de la “Marea Rosa”, el reparto de recursos en los programas sociales de manera generalizada y sin condición, y la reducción de capacidades del gobierno a través de la austeridad.

El resultado es que en 2024 se entregará un país con más pobres, una clase media más reducida, y una economía con mayor incidencia de recursos de los programas sociales en sus hogares. Antes, los programas se focalizaban en los estratos más débiles, hoy se distribuyen a todas las clases sociales por igual, lo que es igualitario, pero poco equitativo y las consecuencias ya están a la vista.

Por otro lado, el caso de la austeridad ha provocado una pauperización y reducción de los servicios que recibe la población, producto de la eliminación constante de beneficios y programas, así como de la reorientación del presupuesto para las obras insignia del gobierno: refinería, tren maya, y aeropuerto.

Estos dos casos nos muestran un gasto deficiente y no alienado a las necesidades nacionales, mientras la población percibe un deterioro en economía y seguridad pública (Alejandro Moreno/ El financiero). En este sentido parece que el gobierno ha perdido el eje de la función administrativa de proveer servicios al ciudadano; no así la función política, que claramente es la única apuesta existente para los siguientes 900 días de gobierno.

Esta apuesta a la función política está sustentada en tener más recursos para fortalecer programas sociales y cuidar la popularidad del presidente, sin embargo, esto se ha estado complicando, puesto que los programas sociales en realidad no tienen un segmento específico de base sociopolítica, las obras insignia están apuntando a cuestionamientos sobre su eficiencia y sobrecostos, y existe un creciente impacto de escándalos de corrupción alrededor del circulo presidencial.

En este contexto habrá que ver la estrategia que sigue la administración ante la escalada de precios de materias primas producto del conflicto Rusia-Ucrania. Que bien podría darle aire para fortalecer el reparto de recursos y con ello apuntalar lo político o terminar por hundirlo en un deterioro económico que afecte más a quienes ya han perdido su poder adquisitivo. Sin duda López Obrador vive los días más complejos, lo hace sin logros de gobierno, con la esperanza de presentar obras que llenen los vacíos de todos los rubros, en medio de escándalos que parece que no cesan, con mayores presiones exteriores por sus posiciones diplomáticas y por consiguiente con un capital político decreciente con afectación a su credibilidad social. De las decisiones que tome en este momento se escribirá el destino de sus últimos 900 días de gobierno.