Rodrigo López San Martín

La vida después de la 4T

ES LA ESTRATEGIA...

Rodrigo López San Martín*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. 
Rodrigo López San Martín
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
 
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En esta semana, en la Cámara de Diputados, fue discutida y aprobada la miscelánea fiscal para el año 2022 con un voto mayoritario, unánime, del bloque oficialista conformado por Morena, PT y el Partido Verde.

Tras la obvia aprobación en lo general, la oposición eligió tres batallas principales, tres artículos que se reservaron para buscar una discusión más profunda y alrededor de ellos visibilizar el pobre nivel de debate que hoy existe en nuestro parlamento: el que obliga a los jóvenes, desde los 18 años, a tramitar su RFC ante el SAT aun sin ejercer actividad empresarial o económica, el que permite la regularización de los llamados “autos chocolate” y, el más emblemático, el que elimina, en los hechos, la posibilidad de deducir los donativos a Organizaciones de la Sociedad Civil por parte de personas físicas y morales.

Durante todo el lunes, martes y miércoles, uno a uno, los legisladores de oposición expusieron datos, comparativos internacionales, historias personales y cualquier otro argumento para manifestar su inconformidad con esta propuesta del Ejecutivo. Pero, como era de esperarse, ninguna de las reservas presentadas fue admitida siquiera a discusión por la mayoría obradorista.

Los diputados del PAN, PRI, PRD y Movimiento Ciudadano no son ingenuos. Sabían que los números no les daban para evitar que la mayoría aprobara estos cambios. Pero, con la mira puesta en sus distritos y en las próximas elecciones, uno a uno, dejaron evidencia de su posición.

Del lado de Morena, llama la atención que, frente a un tema tan controvertido, que verdaderamente impacta negativamente en la vida de miles de familias de todo el país y de distintos niveles socioeconómicos, no haya habido ni siquiera una defensa argumentativa a lo que aprobaron.

Sí, sabemos que cuando el presidente López Obrador marca una línea tan clara, no hay margen para corregirle la plana. O no, al menos, desde la tribuna. Pero muchos de esos legisladores aspiran a una carrera política por delante. Una vida después de la Cuarta Transformación.

El gobierno de AMLO, construido unipersonalmente desde hace décadas por el presidente, sigue toda lógica cuando busca imponer su visión a toda costa para implementar su proyecto de país. Es mejor poner toda la carne al asador en su proyecto que quedarse a medias. Finalmente, no habrá otra oportunidad.

Pero de parte de decenas de legisladores, muchos de ellos menores de 40 ó 50 años, es difícil entender que comprometan su futuro público sin intentar al menos, presentar una posición moderada que, el día de mañana, les permita regresar a sus distritos, encontrarse cara a cara con los miles que resultarán afectados por estas políticas.

Nadie espera que un solo legislador haga la diferencia. Ni que rompan con el proyecto que los llevó a sus curules por una iniciativa en particular. Pero valdría la pena, al menos, haber honrado la esencia del parlamento con un debate de ideas, incorporando, al menos, elementos secundarios no de la oposición, sino de las propias organizaciones, que pudieran salvarles el prestigio el día de mañana.

Hoy, que estamos más lejos que nunca del siguiente proceso electoral para la mayoría de estos diputados recién llegados, depende de los ciudadanos que lo que pasa en la Cámara de Diputados importe. Que quienes hoy le dieron la espalda a la sociedad civil carguen con las consecuencias que a ellos les importan: recibir o no el voto de los ciudadanos en su siguiente objetivo electoral.

La pelota, aunque a largo plazo, está en la cancha de los ciudadanos. Ojalá el desinterés y la apatía política no permitan que esta votación resulte intrascendente.