Valeria López Vela

Violencia en contra de las niñas: reflexiones sobre la crueldad

ACORDES INTERNACIONALES

Valeria López Vela *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Valeria López Vela 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

No hay nada más falso que sostener que son los vencedores quienes escriben la historia; en realidad, lo hacen quienes saben escribir. Pero escribir bien, como se debe, con técnica y con conocimientos, no es tarea sencilla ni que pueda hacerse mientras se hace otra cosa.

Este delicado oficio de dar cuenta de los hechos, de engarzarlos con una comprensión de la política, de la economía o de lo que se quiera, no es de fácil acceso, ni a pesar del deseo de muchos, algo que pueda comprarse en estanquillo.

Y aunque todos sabemos que sobran los balbuceos literarios y los berrinchitos periodísticos, la realidad es que ninguno de ellos sobrevive al paso del tiempo: sabemos a quién tomar en serio y a quién olvidar por ignorante y diletante. Para escribir hace falta leer —verdad de Perogrullo—, pero no sólo eso: la sofisticación del pensamiento no es algo que se ejercita detrás de las cámaras de televisión.

Ésta es una de las infinitas bondades que deja la lectura: saber escribir para poder contar la historia. Y eso es lo que cada día hacen los periodistas, los académicos, cuando refieren noticias sobre la violencia a la que se enfrentan las niñas, en diferentes países.

A partir de las historias en Afganistán, en Sudáfrica o en México comprendemos las dificultades por las que atraviesan las niñas: compraventa, secuestros, desprecio cotidiano. Y no, lo que leemos en los medios no son exageraciones ni narrativas ficticias; por más que quiera negarse, la violencia en contra de las niñas es la más injusta de las injusticias.

Y negarla, encubrirla, silenciarla, minimizarla o normalizarla implica asumir a la violencia sexual como parte del código de conducta habitual y, al hacerlo, perpetuar el proceso de mutilación de los patrones ordinarios de comportamiento, que son las formas de vida de las víctimas.

La filósofa Judith Shklar, en su libro Ordinary Vices, se pregunta: “¿Qué es la crueldad moral? No se trata sólo de herir los sentimientos de alguien. Es una humillación deliberada y persistente, de modo que la víctima no puede finalmente confiar ni en sí misma ni en nadie más. Tarde o temprano puede implicar un daño físico, pero eso no es inherente a él. La definición muestra los efectos mutilantes del dolor emocional”.

Por su parte, Phillipe Hallie insistió en la relación de poder en la crueldad: “Lo que siempre es una parte importante de la acción cruel es hacer que la resistencia de la víctima sea ineficaz, haciéndola pasiva”.

La crueldad de la violencia sexual se nutre de la incapacidad de defensa de la víctima, del dominio y del sometimiento; de la fragilidad y la vulnerabilidad de los agredidos: perpetrada por los agresores y negada por los cómplices institucionales, de todos los niveles.

Así, confiemos en las palabras de las y los periodistas, de las y los académicos que con sus plumas y su talento han visibilizado la violencia en contra de las niñas y olvidemos las voces crueles que niegan la más injusta de las injusticias.