Valeria Villa

Agresiva, ¿yo?

LA VIDA DE LAS EMOCIONES

Valeria Villa
Valeria Villa
Por:

Evaluar lo que piensa alguien respecto de su propia agresión, es determinante para comprender un perfil de personalidad. La agresión es un sentimiento, que junto con el amor, es parte de la naturaleza humana, de origen biológico y modelada por la historia del desarrollo. Se pueden reconocer los sentimientos agresivos como propios o negarlos y verlos exclusivamente en los demás. Se puede expresar la agresión de muchas formas. Físicas o verbales, como indiferencia, silencios y olvidos (la llamada agresión pasiva). La mayoría de la gente se siente incómoda aceptando su agresión y se siente mejor viéndola afuera. Esta posición, en la que la persona se siente perseguida y agredida, se denomina esquizo-paranoide: la mente está fragmentada en dos partes que no tienen conexión. Los sentimientos agresivos están aislados de los sentimientos amorosos. Por ejemplo cuando alguien se enfurece frente a la idea de que es posible odiar a quien se ama. La mente fragmentada sólo puede amar u odiar completamente y no tiene acceso a la integración de ambos sentimientos. La parte paranoica de la personalidad espera la agresión del otro y justifica así un ataque. Es decirle al otro que con su conducta provoca una reacción, sin hacerse cargo de la misma o peor aún, sin que siquiera exista un ataque real de la otra persona. Sentirse totalmente inocente de cualquier agresión, puede derivar en atrocidades que se cometen sin siquiera verlas.

En contraste, está la posición depresiva, que supone mucho mayor madurez psíquica y se distingue por la capacidad de reconocer el espectro amplio de las emociones, sin dejar ninguna fuera. Saberse agresivo, capaz de odiar y de destruir, permite sentir culpa y remordimiento, hace posible la reparación del daño, pedir perdón y tener en general un mejor manejo y control de todas las emociones, incluida la agresión. Aceptar siempre es mejor que negar. Aceptar las complejidades personales y de las otras personas con las que nos relacionamos. Es imposible ser la víctima absoluta de la propia historia.

La fragmentación de la mente antes referida, alimenta la creencia de que es posible encontrar a alguien perfecto, que satisfará todas las necesidades: un objeto ideal. Creerlo puede ser agradable, pero ese objeto impecable no existe. Avanzar de una posición a otra, es reconocerse lleno de matices y aceptar que no existen personas ni situaciones ideales. Quienes buscan lo ideal, se sienten atraídos por narcisistas, en sus vidas privadas, deslumbrándose por alguien que aparenta perfección. También en lo colectivo, siendo menos capaces de crítica frente a líderes mesiánicos, en la política o en la religión.

Es sabiduría popular que una agresión que se niega, que no se reconoce, se actúa con el cuerpo. Alguien puede indignarse e incluso tener razón, pero lo interesante es observar cómo grita, insulta, arma un pleito en la calle. La forma de expresar lo que sentimos es más importante que el contenido de lo que expresamos. Clínicamente, es muy esclarecedor observar cómo se enoja un paciente. Algunas personas parecen orgullosas de ser agresivas. Dicen que así son, que es parte de su forma de ser. Agredir a otros sin culpa, se acerca a rasgos antisociales de la personalidad, que se distinguen por la ausencia de sentimientos amorosos, desinterés en formar vínculos de afecto y de cuidar de quienes supuestamente nos importan. La mente esquizo-paranoide denigra a los otros y el diálogo con lo diferente es imposible.

Entender que algo bueno no tiene que ser perfecto es, de verdad, un antídoto contra la desilusión, el fanatismo, la división y el trastorno narcisista de la personalidad. En vez de actuar instintivamente, podríamos observar lo que pasa, pensar, tomar distancia, darnos un minuto antes de atacar a alguien. Estos procesos, muy sofisticados, han recibido el nombre de introspección, yo observador y más recientemente, mentalización. Mentalizar es reflexionar y quizá inconformarse diciendo algo, pero no actuando la agresión. En terapia las personas pueden encontrar algunas respuestas sobre con quién están enojadas, cómo era el estilo familiar para enojarse, cuáles son los fantasmas y las cuentas pendientes del pasado que pueden estar confundiéndose con los personajes de la vida presente.