Valeria Villa

La cura para el psicoanálisis (I)

LA VIDA DE LAS EMOCIONES

Valeria Villa *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Valeria Villa 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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He visto pasar muchos debates en las redes sobre lo poco que parece importarle al psicoanálisis aliviar el sufrimiento del paciente, cuando afirma que la cura es una palabra que pertenece al modelo médico y que incluso está relacionada con la redención que prometen las religiones. Los terapeutas existenciales, cognitivo-conductuales y algunos psiquiatras, parecen sentirse superiores porque su objetivo es que el paciente deje de sufrir y no tienen que preguntarse nada más.

Adam Phillips ha publicado una compilación de ensayos y conversaciones sobre lo que puede significar la cura para el psicoanálisis (https://www.amazon.com.mx/Cure-Psychoanalysis-Adam-Phillips/dp/0578479494). Alfred Adler, uno de los primeros discípulos de Freud, hizo la pregunta que hoy en día hacen los terapeutas existenciales, los narrativos y también los terapeutas familiares: ¿Qué harás cuando estés curado? Los pacientes respondían y Adler contestaba: “muy bien, ve y hazlo”. La cura entendida así es que el paciente haga lo que siempre ha querido hacer: El alcohólico sabe que debe beber menos, el obsesivo sabe que debería preocuparse menos, el tímido sabe que debería relacionarse más, el melancólico sabe que pone demasiada energía en recordar, recrear y añorar el pasado. Si ser persona sólo se tratara de hacer lo que sabemos que deberíamos hacer para estar mejor, la vida sería mucho más simple y probablemente la terapia no existiría.

El modelo terapéutico cambia si toma en cuenta la existencia del inconsciente o no. El paciente que llega a terapia tiene su propia idea sobre la cura o sobre la vida que preferiría tener. Freud añade que el paciente sabe lo que quiere y al mismo tiempo no sabe lo que quiere y ha hecho enormes esfuerzos para no enterarse. Porque el paciente también disfruta (inconscientemente) su sufrimiento, el castigo, la inhibición que le impide actuar la fantasía grandiosa de un self desinhibido. Aunque resulte escandaloso, a veces el paciente no quiere mejorar o no sólo quiere mejorar y tampoco sabe cuál será el futuro o la consecuencia de su deseo. La cura de una pierna rota es mucho menos compleja que la de un corazón roto. Quizá nos gusta pensar que sólo tenemos alternativas conscientes. En la visión freudiana, que comparto, también existen determinismos inconscientes, que nos hacen saber y no saber lo que queremos. No somos los amos de nuestra casa y vamos montados en un caballo que nos lleva a donde quiere.

La cura puede ser también un asunto moral, referido a lo que la filosofía llama “una buena vida”. Las personas buenas fueron redefinidas como saludables, porque la salud es menos controversial que la bondad. Qué es una buena vida es algo que debería estar definido de forma autónoma, personal, en la medida de lo posible. Una vez que el síntoma es entendido como una construcción de significado, enigmática para el sí mismo, en vez de una disfunción, la terapia se convierte en un proyecto mucho menos normativo. El concepto de la cura, los objetivos de la terapia, tendrán que discutirse en vez de sólo prescribirse.

El tema de la cura es un asunto de criterio sobre lo que es bueno, valioso, sobre qué de nuestras vidas debe mejorarse. El objetivo de la terapia psicoanalítica no puede ser tan definitivo porque es imposible ser un experto en el inconsciente. Sólo es posible ser un eterno estudiante de psicoanálisis. El objetivo de la terapia puede evolucionar en el tiempo. Tal vez se empieza buscando deshacerse de un síntoma sólo para descubrir más adelante que también se disfruta del síntoma o que tiene una función importante para sobrevivir. Una terapia de corte psicoanalítico está funcionando cuando el concepto de cura del paciente, su idea de lo que es mejor, se mantiene en constante cambio. Wilfred Bion y Marion Milner afirmaron que demasiada certeza en el destino de la terapia es sabotear la terapia, porque no hay nada más defensivo que estar seguro de lo que uno quiere. Es cerrar las puertas en lugar de abrirlas. El deseo suele ser exorbitante, omnipotente y optimista. Es querer mucho más de lo que la vida puede ofrecer.

¿Qué es para nosotros mejorar? Esta pregunta es más fácil de responder si se trata de deportes, de negocios o de algún problema médico. El psicoanálisis, por otro lado, nos permite reconsiderar qué es el éxito y el automejoramiento. En Second Thoughts, Bion escribe, a propósito del tratamiento psicoanalítico, “es necesario estar consciente de que mejorar puede ser una negación de las cualidades místicas del individuo” (1984). El automejoramiento puede ser un autosabotaje al intentar saber demasiado sobre el futuro.

(Continuará)