Valeria Villa

Las enseñanzas del arrepentimiento

LA VIDA DE LAS EMOCIONES

Valeria Villa*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Valeria Villa
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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En su libro The power of regret, Daniel H. Pink habla de cuatro tipos de arrepentimiento: el fundacional es el que sentimos cuando miramos atrás y lamentamos la pérdida de tiempo, dinero y energía en satisfacciones de corto plazo, en lugar de trabajar, estudiar, hacer deporte, ahorrar, todas estas acciones que producen bienestar en el largo plazo.

El segundo tipo de arrepentimiento es la antítesis del primero. Se llama arrepentimiento por falta de audacia y se refiere a todo lo que no nos atrevimos a hacer y de lo cual nos arrepentimos. Como la oportunidad que se perdió por no saltar del tren, metafóricamente, con el amor de tu vida, para cambiar el rumbo del destino.

Este tipo de arrepentimiento se sintetiza en la siguiente frase: “Si tan sólo me hubiera arriesgado”. En la encuesta mundial de arrepentimiento, un hombre de 32 años confiesa: “Dejé que el miedo a lo que los otros dijeran me impidiera ser más sociable. Me arrepiento de no haber aprovechado más oportunidades y ser demasiado tímido”.

Muchos de los testimonios son casi idénticos en contenido y se refieren al arrepentimiento por no haber aprendido a tomar una postura y expresarla, en el amor, en la escuela, en la familia o en la vida profesional; tener miedo de alzar la voz, arrepentirse por haber sido demasiado introvertidos, poco asertivos, demasiado educados.

Los investigadores Gilovich y Medvec encontraron que la gente se arrepiente más de la inacción que de la acción, especialmente en el largo plazo. Las consecuencias de las acciones son específicas, concretas y limitadas. Las consecuencias de la inacción son generales, abstractas e ilimitadas y dan origen a especulaciones eternas. Un irlandés de 37 años: “Conocí a la mujer más increíble en la universidad y nunca tuve el valor de invitarla a salir”. Un hombre de California de 65 años: “Me arrepiento de no haberla invitado a salir. La vida habría cambiado”. Una sudafricana de 33 años: “Me arrepiento de no haber tenido la valentía para ser más audaz en mi trabajo y preocuparme demasiado por lo que la gente pensaba de mí”.

La lección es simple: habla, invítalo a salir. Haz ese viaje. Empieza ese negocio. Salta del tren.

El tercer tipo son los arrepentimientos morales, que duelen durante más tiempo y son los más complejos de todos. Elegir lo que la conciencia sabe que es el camino equivocado, lastimar a otros, violar los acuerdos esenciales de justicia, romper nuestras promesas. La voz de estos arrepentimientos dice: “Si tan sólo hubiera hecho lo correcto”. Hay un acuerdo casi universal sobre lo inmoral de lastimar a otros sin razón, mentir, engañar o robar, defraudar, ser infiel, traicionar.

Haber sido un bully en la infancia y adolescencia es un arrepentimiento moral que persigue después de muchos años. Un neoyorquino de 52 años: “En séptimo grado, acosé a un niño nuevo. Era de Vietnam y apenas hablaba inglés. Fui horrible”.

En esta categoría también aparece insultar a los compañeros de trabajo, desaparecer de una relación amorosa sin dar explicaciones (ghosting) y amenazar a los vecinos. Estos arrepentimientos son los más variados y los más dolorosos. La lección que dejan es la importancia de la bondad y de hacer lo correcto.

Por último, los arrepentimientos de conexión, que se refieren a las relaciones que se pierden, a veces después de un pleito, a veces sin razón alguna: esposos, compañeros, padres, hijos, hermanos, amigos y colegas.

No haber estado cerca de alguien que muere produce arrepentimientos horribles. Una mujer de 45 años: “Mi hermano murió repentinamente a los 41. Me arrepiento de no haberle dicho que lo amaba con más frecuencia”.

Las relaciones se terminan después de un incidente, un insulto, un secreto revelado, una traición. El resentimiento alimenta la ruptura. Un hombre de Canadá de 71 años: “Una pelea en Navidad con mi hijo, sobre la conducta de su hijo, mi nieto, se convirtió en un enorme alejamiento que ha durado cinco años. No hemos vuelto a hablar desde entonces”. Las relaciones también se terminan por falta de tiempo, por trabajar demasiado y por pensar, erróneamente, que sería muy raro reaparecer en la vida de alguien para reconectar.

El estudio Grant es la investigación sobre bienestar más ambiciosa que existe por su duración. En 1938, investigadores de Harvard reclutaron a 268 estudiantes de licenciatura y los estudiaron durante los siguientes 80 años. El objetivo era determinar porque algunas personas florecen en el trabajo y en la vida mientras que otros no. La conclusión del estudio Grant apareció en 2017: “Las relaciones cercanas, más que el dinero o la fama, son lo que mantiene felices a las personas a lo largo de la vida. Esos lazos protegen a la gente de los problemas de la vida y ayudan a retrasar el deterioro físico y mental. Los vínculos de buena calidad predicen una vida larga y feliz, mucho más que la clase social, el coeficiente intelectual e incluso la genética.”