Valeria Villa

Necesidad de atención (I)*

LA VIDA DE LAS EMOCIONES

Valeria Villa
Valeria Villa
Por:

Existe un anhelo muy popular que aspira a no necesitar la mirada y la validación de esa masa indiferenciada llamada los otros. Llegar a un estado de autonomía psíquica en el que la popularidad, el prestigio, pertenecer, pero sobre todo, desear ser importante para alguien, sea irrelevante. Buscar la atención está mal visto y se critica a quienes parecen capaces de lo que sea con tal de atraer la mirada. El déficit de atención es la peor pesadilla en el ámbito escolar. En la mayoría de los sistemas educativos se castiga la falta de atención o fijarse en las cosas incorrectas. Desde la tiranía del progreso, la gente se reprocha el distraerse demasiado con el celular, viendo televisión, soñando despierta, porque no se enfoca y no avanza.

Hay algo inalcanzable en intentar deshacernos de un rasgo evolutivo que permite la sobrevivencia física y emocional: llamar la atención. Se aprende desde la infancia que hay formas aceptables e inaceptables de llamarla, aunque no siempre queda claro para qué queremos ser vistos. Tampoco está tan claro qué es lo que seguimos con los ojos y con la mente a pesar de nosotros mismos. La atención tiene un elemento inconsciente, que se manifiesta en el trabajo de los sueños, en los que irrumpen detalles sobre el pasado y sobre el día que terminó, que en apariencia pasaron desapercibidos, pero que comunican algo significativo al soñante. La atención es súper selectiva. Unas cosas nos interesan y otras nos aburren. Este rasgo es excesivo en las fobias o en las adicciones, en las que la atención está organizada para evitar el objeto de la fobia o para proveerse de la sustancia de la adicción. En tiempos de pandemia, una de las quejas más frecuentes es la dificultad para concentrarse. El síntoma del 2020, adquiere proporciones catastróficas cuando una voz tiránica le dice a quien pierde el tiempo o se distrae que así no va a llegar a ninguna parte.

El niño en desarrollo es capaz de saber quién no es su madre a los ocho meses. El adulto sigue haciendo esta distinción para generar algo de autonomía psíquica: Esto a lo que pongo atención no es madre, ni padre, ni hermanos. Esto es nuevo, diferente, me interesa y me da libertad para escribir mi propia historia sin tantas ataduras con el pasado. Las cosas son interesantes si somos capaces de sentir interés. Alguien que pierde curiosidad por la vida no encuentra nada que detone su deseo; dejar de buscar atención es un rasgo depresivo, porque se acompaña de la intención de pasar desapercibido. Quien se siente perseguido por las cosas en las que piensa, es alguien con un problema de ansiedad. El ansioso y el depresivo sólo están interesados en sí mismos. No les alcanza para nada más. El psicoanálisis aporta una idea distinta sobre la atención porque invita a hablar sin fijarse demasiado en las palabras, sin escogerlas pensando si está bien o mal decirlas y puede ayudar a poner menos energía en el sí mismo y más en los otros, que podrían resultar interesantes. Demasiada atención en uno mismo es un rasgo narcisista que cierra la puerta a esos otros que sí necesitamos.

(continuará)

*Basado en el libro Attention Seeking, Adam Philips, Penguin, 2019