Valeria Villa

Las razones del corazón

LA VIDA DE LAS EMOCIONES

Valeria Villa
Valeria Villa
Por:

El corazón tiene razones que la razón ignora, es la famosa frase de Blaise Pascal, que enfatiza un hecho de nuestra humanidad: el corazón es el órgano fundamental del afecto, donde tienen lugar el duelo, el amor y la nostalgia. También el odio, la furia y la violencia.

Joyce McDougall, psicoanalista francesa, comienza así el relato del caso de Tim, cuyo ideal de infancia era no tener corazón, para ser invulnerable emocionalmente y no sufrir.Este paciente, casado, con dos hijas y profesor universitario, había perdido repentinamente a su padre a los 7 años, mientras estaba de vacaciones con sus tíos. La madre estableció, parece que desde siempre, una regla implícita: el control total de los sentimientos. Las lágrimas, el miedo, el enojo, no podían expresarse. El amor tampoco debía ser nombrado. Tim se acercó al psicoanálisis por sentirse perpetuamente vacío y desconectado de los demás. A pesar de tener una buena vida en lo aparente, no la disfrutaba. Cuando su padre murió no recuerda haber llorado. Describía al padre como un hombre que disfrutaba de la vida frente al enojo de una madre más preocupada por el orden y las reglas. McDougall percibía a Tim desesperado y muerto por dentro, incapaz de sentir placer. Él ya se había autodiagnosticado como esquizoide y la demanda explícita al inicio de la terapia era encontrar una parte perdida de sí mismo.

McDougall trabajó con Tim durante 6 años. Al principio del análisis Tim llegaba tarde a las sesiones, se tomaba 10 minutos para comenzar a hablar, pero sobre todo, olvidaba todas las intervenciones de McDougall. Olvidaba el contenido de las sesiones, aunque algunas de ellas fueron muy emotivas. En una de ellas, Tim sentía que no podía respirar después de que McDougall sugirió que tal vez la parte viva de Tim había quedado enterrada junto al padre muerto. En otra más, Tim lloró (avergonzado) por primera vez en años, cuando la analista dijo que quizá había sido muy duro para un niño tan pequeño quedarse como el único hombre de la casa.

Tim expulsaba las palabras y los sentimientos que le producían como defensa, que McDougall distingue de la represión y de la negación y la ubica como forclusión, un mecanismo cercano a la psicosis, por el que se expulsa algo significativo del universo simbólico de la persona. Tim aprendió a expulsar la representación mental y el afecto asociado como una forma de sobrevivencia cuya consecuencia era sentirse muerto en vida. Sin corazón.

McDougall reflexiona sobre la necesidad de intervenir que provocan estos pacientes. La necesidad de hablar, pensar, sentir, fantasear, recordar, por ellos. De ser la parte viva de la relación. Después de muchos años, Tim aprendió a soñar, a soñar despierto y a llorar. En un lento proceso de construcción y reconstrucción, McDougall pensó en un par de posibilidades sobre el padecimiento de Tim: La fusión erótica con el padre muerto que representaba la vida. Un ambiente que no le confirmó a Tim su derecho a existir y a sentirse plenamente vivo. Una madre que no escuchó ni sus deseos ni sus necesidades y que sólo podía quererlo si era obediente y austero en la expresión emocional. McDougall se piensa en este caso como la madre protectora del niño en duelo, que no pudo llorar a su padre a los 7 años.