LA VIDA DE LAS EMOCIONES

¿Qué es el trauma y cómo curarlo? (1)

LA VIDA DE LAS EMOCIONES

Valeria Villa *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Valeria Villa 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.

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En el mundo de la terapia, de la medicina y en las conversaciones entre amigos, la palabra trauma es de uso común. Desde lo médico, hace referencia a una lesión en el cuerpo. Si hablamos de la mente, se refiere al impacto emocional que genera un daño duradero y también excesivo. Freud lo describía como la fractura del escudo protector de la persona, que produce un sentimiento de impotencia y fragilidad. El trauma tiene una dimensión subjetiva porque lo que es traumático para alguien puede no serlo para otro. Un mismo evento es vivido e interpretado de modo individual, dependiendo de la disposición biológica y del contexto. Dos mujeres víctimas de violación enfrentan la experiencia de modo distinto. Para una es insuperable y para la otra no.

En esta pandemia se observan infinidad de reacciones. Algunos se han adaptado a la vida digital y para otros es insoportable haber perdido el contacto físico. Encierro y aislamiento son vividos con tranquilidad o con ansiedad. El exceso de convivencia familiar ha traído cercanía y/o asfixia. Muchas familias enfrentan la violencia al interior de la casa con más intensidad que nunca. Las vivencias traumáticas como las guerras, los temblores, las pandemias, se experimentan dependiendo de la psique individual, aunque sean experiencias colectivas. Se describe el trauma para que pueda elaborarse y asimilarse mediante la palabra, pero también mediante otras estrategias más novedosas que se usan hoy en día para ayudar a la gente a romper el círculo vicioso dentro del cual se vive en estado de emergencia como si la vivencia traumática hubiera ocurrido ayer aunque haya pasado mucho tiempo.

Aceptar la pérdida de la omnipotencia infantil es algo que muchos adultos no han logrado: se ven en la consulta pacientes desesperados por un fracaso laboral, por la quiebra de un negocio o por no conservar el amor de la pareja de toda la vida que decidió irse. Para algunos es insoportable reconocerse como uno más en el mundo, nada especial y necesitados de la ayuda de los demás. Enfrentar la realidad es traumático para algunos, que se instalan en fantasías que los protegen del desmoronamiento psíquico. No poder controlar a los otros, no tener siempre la razón, significa que el mundo es cruel. No todos soportamos el mismo monto de dolor mental. Cuando un médico le dice a un paciente que sea valiente, que deje de quejarse, que aprecie todo por lo que tiene que estar agradecido, no ve que sus palabras caen al vacío si quien está enfrente es una mente frágil.

La disociación es un mecanismo defensivo que separa lo consciente de lo inconsciente para dejar de sufrir. El yo se disocia en más de un yo, como si fueran dos personas distintas. Esto es útil para que la persona pueda verse con distancia: “Eso horrible le pasó a otra persona, no a mí”. O el falso self que propuso Winnicott, que protege al verdadero de sus deseos auténticos que desilusionarían a sus personas amadas. Algunas escuelas proponen revivir la emoción del trauma original, como el psicodrama. Otras se enfocan en cómo se repite lo traumático en otros planos de la vida. Es traumático lo que no ha sido nombrado, como la paciente disociada que tuvo un padre negligente y agresivo a quien ha idealizado y que siempre cuida obsesivamente al hablar de él en terapia, negando sus fallas. Elaborar el trauma, es, entre otras cosas, aceptar verdades que hasta ahora se prefieren negar. (continuará)