Valeria Villa

Vivir mejor (I)

LA VIDA DE LAS EMOCIONES

Valeria Villa
Valeria Villa
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Se dice que los buenos terapeutas no dan consejos, cosa que es cierta la mayor parte del tiempo. Es mejor que la ética subjetiva del paciente lo lleve al lugar en donde puede vivir mejor, pero cada persona es un universo y a veces es necesario aconsejar, prestar el yo, para que quien nos pide ayuda la reciba en momentos de confusión y poca fuerza. Esto viene a cuento porque empecé a leer a Martín Alomo (Vivir mejor, Paidós, 2021) y me conmueve que un psicoanalista y profesor, dedicado a la clínica, a la investigación y a la docencia, se atreva a escribir un libro para el público en general, advirtiendo que no sabe cómo lo recibirán sus colegas psicoanalistas, porque ha escrito consejos para vivir mejor. En el gremio de la terapia hay toda clase de fanatismos y un gran ego que supone que escribir de manera clara es rebajar al psicoanálisis. Gabriel Rolón prologa el libro de Alomo y dice que es al contrario: un analista que puede escribir divulgación está elevando su saber, porque arriba está el lector y sin él, no hay libro.

Los consejos de Alomo, aparentemente sencillos, guardan una profundidad y complejidad enorme. Leyendo su primer capítulo, sobre el amor de pareja, pensé en mis muchos años de análisis para procesar algunos de los conceptos que este autor comparte con sencillez y generosidad. Alomo nos dice que lo primero para vivir mejor el amor es amar. Es mejor ser el que ama, dice, aunque esto no excluya poder ser amado también. Amar es dar —tiempo, energía, colaboración, apoyo—, ser valiente, vulnerarse y sostener la decisión de amar. Lo problemático sería una relación de posiciones fijas en las que siempre hay uno que ama y el otro que es el objeto amado, provocando asimetrías y ausencia de reciprocidad. Amar resulta del difícil equilibrio entre el deseo sexual, que puede ser egoísta y el amor altruista y tierno. Amar es la certeza de que la vida es mejor con el otro, aunque se tenga también la certeza de que se puede vivir alegremente sin el otro. Alomo aconseja querer lo que se tiene, porque siempre es más verde el pasto de enfrente, porque hay quienes desde algún complejo de inferioridad, sienten que lo que tienen los otros es mejor. Se sufre menos de inconstancia afectiva y se construye estabilidad al querer lo que se tiene sin tantas dudas. Pensar que hay algo mejor para nosotros en otro lado deriva en la degradación y devaluación de la pareja y en un sentimiento de vivir en una cárcel que impide perseguir el deseo que siempre está en otro lado, cuando no se quiere lo que se tiene. La elección amorosa habla de quiénes somos, así que si no tenemos la mejor opinión de nuestra pareja, tampoco tenemos una gran opinión de nosotros mismos. Alomo recomienda desear lo que se quiere, porque hay quienes donde desean no aman y donde aman no desean (refiriéndose al deseo erótico). No se puede mandar en el deseo, nadie está obligado a desear al otro sólo porque son pareja conyugal o pareja estable en otra modalidad de convivencia. Es la gran paradoja de las relaciones estables: ¿se puede hacer coincidir el amor y el deseo en la pareja sentimental? Alomo aconseja aceptar el placer y la buena vida, en otras palabras, no echarse a perder los buenos momentos en pareja por tonterías. Pone ejemplos que parecen inverosímiles, pero que cualquiera que haya estado en pareja sabe que ocurren. Como el del hombre que después de haber hecho el amor con su pareja y sentirse feliz y relajado en la cama junto a ella, la llama como a su exmujer, rompiendo inconscientemente un momento de felicidad. El masoquista recalcitrante encuentra un modo de arruinar la felicidad y se la castiga por culpas antiguas (lo dijo Freud en 1916, en Algunos tipos de carácter dilucidados por el trabajo psicoanalítico, Obras completas, vol. XIV).

(continuará)