Valeria Villa

Vivir mejor (II)*

LA VIDA DE LAS EMOCIONES

Valeria Villa
Valeria Villa
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El segundo capítulo del libro aconseja para vivir mejor el trabajo. Dice Alomo que el amor y el trabajo se entrecruzan porque forman parte de lo que tenemos para dar en el intercambio social. Para empezar, convendría amar lo que hacemos, sin caer en la ingenuidad de ignorar el contexto económico, el desempleo y lo imposible que es para muchos elegir en qué trabajar. Aunque tampoco puede dejarse de lado la forma particular que tenemos de vincularnos con lo que hacemos. Es posible enamorarse del trabajo, tenerle ganas, pasión, compromiso o por el otro lado, la desvitalización, la falta de entusiasmo y la soledad (…) la vida es mucho menos interesante sin un trabajo que nos caliente. Conviene saber hacia dónde nos lleva el trabajo. Si este significado está ausente aumenta el riesgo de sentirse máquina, pieza de un engranaje. Aquello que se puede ser como trabajador está vinculado a la esperanza o a la desesperación que se aprendió en la familia de origen. Dice Alomo: amar es salud, trabajar es salud. Son dos modos de decir que la sexualidad es salud, no en el sentido restringido de la genitalidad sino en sentido ampliado: aquello que brinda satisfacción, placer, que resulta seductor, emocionante y que propicia un lazo con los otros. Hay que establecer el punto de partida: para qué somos competentes, cuál es nuestra situación actual y si ésta es urgente o no. Es variable la importancia que tiene el trabajo para los distintos tipos de familia. Se le puede ver como fuente de realización o simple trámite para subsistir. En la familia se aprenden ideales, se internalizan referencias. El futuro se encuentra en algún punto medio entre la falsedad del nada es imposible y el deseo y el esfuerzo que pueden lograr cosas insospechadas. Claro que las metas deben ser realistas, alcanzables y evitar perseguir fantasías. El horizonte es incierto y sólo se aclara experimentando qué se siente trabajar. Los mandatos familiares influyen pero no pueden ser la causa última para elegir a qué dedicarse. Las referencias históricas no tendrían que predestinar.

Mejorar en el mundo laboral requiere de un esfuerzo para lograrlo, para comunicar que una puede realizar tareas de modo confiable y hacer cosas más importantes cada vez. El dinero es sólo un medio para alcanzar otros fines, aunque el avaro lo convierta en un fetiche y el libertino gaste lo que no tiene. El dinero es la condición para que algo se llame trabajo. Idealmente, habría que articular trabajo y deseo para no vivir frustrado. Una persona que tiene la fortuna de relacionarse apasionadamente con su trabajo tiene acceso a sensaciones de satisfacción y de realización personal. Eso es salud. Habrá quien trabaje de más (quizá un adicto al trabajo) y quien trabaje de menos (haciéndose menos a sí mismo en la esfera laboral). Hacer de más a veces surge de tragarse el cuento del mérito, que puede ser un pretexto para la explotación o la autoexplotación. A veces las personas quieren dejar de hacer lo que hacen. Han de preguntarse por qué no lo han logrado. Pueden ser las circunstancias las que lo hagan momentáneamente imposible pero también puede ser una misma la causa del no, la carcelera de la propia prisión. A veces, de modo inconsciente, nos negamos a hacer algo que nos liberaría y nos haría felices, porque da miedo o por razones misteriosas. A veces somos cómplices de nuestro padecimiento.

Los capítulos restantes del libro de Alomo son consejos para vivir mejor con los hijos, en las redes sociales y en la relación con la muerte. No puedo seguir resumiendo, mejor cómprelo.

*Vivir mejor, Martín Alomo, Paidós, 2021