De Cachemira a Hong Kong

De Cachemira a Hong Kong
Por:
  • gabriel-morales

China e India, los dos países más poblados del planeta, se componen de una multiplicidad de grupos étnicos y religiosos unidos; ficticia, aunque establemente, por una combinación de lealtad al gobierno central, identidad nacional y, en muchos casos, opresión estatal.

En los últimos días, dos de los territorios que por décadas se mantuvieron reticentemente fieles al gobierno central de estos países se encuentran en una encrucijada. En Hong Kong, después de que millones de manifestantes protestaran en contra de una ley de extradición, los habitantes de este pequeño territorio —que se incorporara como una especie de territorio autónomo a China después de conseguir su independencia, en 1997— han decidido continuar la lucha.

Aunque las demandas no son del todo concisas, queda claro que una gran parte de la población de Hong Kong quiere la independencia o, por lo menos, más autonomía respecto a Pekín, incluido, por ejemplo, el derecho a votar a sus propios líderes. Las protestas, en respuesta a la represión violenta de la policía y de grupos de choque vinculados al gobierno chino, se han tornado cada vez más violentas y los manifestantes han conseguido paralizar la ciudad cerrando edificios gubernamentales y el aeropuerto.

En Cachemira, a diferencia del caso de Hong Kong, fue el gobierno indio quien desató lo que puede convertirse en un conflicto de gran escala. Cachemira, una región autónoma de India, mayoritariamente musulmana, que se encuentra en la frontera con Pakistán, ha sido un foco de tensiones por décadas en la región. Sin embargo, desde los sangrientos conflictos de la década de 1980, entre militantes islamistas y el gobierno indio, la región gozó de relativa estabilidad.

Esta semana, envalentonado por su reciente victoria electoral, el presidente ultranacionalista, Narendra Modi, decidió retar al estatus quo y declarar el fin de la autonomía de la región, con la intención de permitir a cientos de hindús mudarse a la región y convertir a los musulmanes en una minoría en el área. Para evitar el enojo popular, el Ejército indio, dos días antes del anuncio, ocupó las calles de la región, cortó el Internet y los servicios de comunicación y declaró un toque de queda. En estos momentos es imposible establecer comunicación con los pobladores de la provincia.

En ambos casos, la población, que de una u otra manera toleró la dominación del gobierno central, está en contra de la reducción de la autonomía. Este enojo puede desencadenarse en conflictos mucho más violentos en los próximos días.

El interés de China e India no sólo es de carácter económico (perder Hong Kong, por ejemplo, implicaría dejar ir el principal punto de comercio en la región) ni militar (Cachemira le sirve a India como barrera de protección contra Pakistán). India y China saben que si estos dos territorios, de una u otra manera, lograran la independencia, decenas de grupos étnicos más iniciarán sus propias revueltas en otros lados del país. Por lo tanto, parece ser que en ambos casos, el gobierno central no dudará en usar su poder militar si estas luchas comienzan a tener el más mínimo tufo de independencia.