Disidencia intelectual y oposición política

Disidencia intelectual y oposición política
Por:
  • rafaelr-columnista

Con la llegada de Andrés Manuel López Obrador y una nueva mayoría hegemónica a los Poderes del Estado se está produciendo en México algo que era muy característico de los regímenes del socialismo real. Me refiero al contraste cada vez mayor entre la elocuencia de una intelectualidad disidente y la limitada capacidad de convocatoria de los partidos políticos de oposición.

Unas charlas organizadas por la Fundación para la Libertad, que preside Mario Vargas Llosa, que tuvieron lugar el año pasado en la Universidad de Guadalajara, y ahora publica la editorial Taurus, dan cuenta de ese contraste. El libro se titula Desafíos a la libertad en el siglo XXI (2019) y en sus páginas se leen algunas de las voces críticas de mayor precisión en el México de hoy.

Recuerda Enrique Krauze que en el mural de José Clemente Orozco en el paraninfo de la Universidad de Guadalajara se retrata la intolerancia de las masas fanatizadas con falsos ídolos. Héctor Aguilar Camín, por su parte, sostiene que en México la amenaza populista es real, ya que tres elementos de ese tipo de régimen político (captura de los Poderes del Estado, ataque a la autonomía de la sociedad civil y silenciamiento de los medios de comunicación) se están manifestando.

Se trata, según Aguilar Camín, de una manifestación parcial o no completa y llama a medir qué tanto avanza la captura. La pregunta es respondida por otros autores del libro de distinta manera: Valeria Moy sostiene que la “desilusión” con el liberalismo y la democracia, en México, pasa por alto el avance económico y social de los últimos años, y José Woldenberg argumenta que la mala conciencia de la transición está produciendo un debilitamiento de los resortes institucionales del pluralismo real.

Héctor de Mauleón, Jorge Castañeda, Guillermo Sheridan y Christopher Domínguez Michael tocan simultáneamente el papel de los medios de comunicación y el campo intelectual. Los cuatro coinciden en que, frente a la saludable desvinculación de los intelectuales del debate público, que se produjo durante la transición democrática, el momento actual de México demanda una politización de la intelligentsia.

Jaime Sánchez Susarrey abre un flanco de autocrítica: la facilidad con que se ha dado la captura de las instituciones demuestra que “los niveles de pluralismo y contrapeso que tenía la alternancia eran extremadamente débiles”. Roger Bartra, por su lado, no duda en definir el nuevo régimen no como un avance en la lógica del populismo sino como una restauración del viejo nacionalismo revolucionario.

El volumen cierra con Federico Reyes Heroles, José Ramón Cossío y Luisa Sánchez, que alertan sobre dos fenómenos interrelacionados: la disponibilidad de recursos constitucionales y de una sociedad civil extendida, para contener al gobierno, pero la ausencia de constitucionalismo y cultura política de resistencia. ¿Alcanza esta claridad disidente a los partidos opositores?