El fin de la luna de miel y los históricos movimientos feministas

El fin de la luna de miel y los históricos movimientos feministas
Por:
  • horaciov-columnista

Los gobiernos que devienen de procesos democráticos con fuerte apoyo ciudadano suelen gozar de un importante respaldo popular en el primer tramo de su gestión, lo que se ha dado por llamar “luna de miel” y que suele durar entre tres y seis meses. Más allá de la sistemática caída en la aprobación presidencial en México desde que empezó 2020, todo parece indicar que los hechos ocurridos entre el 7 y el 9 de marzo dan por terminada esa aprobación a todoterreno para el Gobierno federal.

La combinación de factores es de diversa índole. En primer lugar, el oscuro panorama económico. La guerra de precios de petróleo entre los dos principales productores, Rusia y la OPEP (Arabia Saudita, pues), y la expansión del coronavirus llevaron a fuertes caídas en los principales índices bursátiles mundiales, incluyendo la Bolsa Mexicana de Valores; todo lo anterior —que incluye, por supuesto, el desplome del precio del crudo mexicano a su nivel más bajo desde noviembre de 2016 — llevó también a una fuerte depreciación del peso, cruzando la barrera (psicológica) de los 21 pesos por dólar. No deja de ser muy gráfico que, estando ya de por sí el país en un ciclo (más que confirmado) de estancamiento económico, al venir un shock del extranjero, el gobierno no haya tomado las debidas precauciones ni tenga una estrategia de respuesta. Ello es más grave si se considera que todavía no se dejan sentir los efectos en el país del Covid-19, que seguramente golpearán aún más la alicaída economía mexicana.

Pero todo lo anterior es apenas lo que reforzó externamente la principal fuente de crisis para el lopezobradorismo: los movimientos feministas. Lo que ocurrió en el país en días recientes es, por donde se le vea, fabuloso e histórico. Sin acarreos, le quitaron a López Obrador la agenda, las calles y el espacio público. Llama poderosamente la atención la supina necedad, insensibilidad y torpeza con que el Presidente ha repudiado a los movimientos feministas. Para un político que se asume “de izquierda” y que otrora fuera tan hábil para montarse en olas de protesta, mucho sorprende su temerario combate a las manifestaciones. Descalificando y ninguneando a periodistas y activistas que lo han confrontado, y negándose a reconocer la centralidad del feminismo —pretendiendo, falazmente, contraponerlo a “su” “humanismo”—, insultó la inteligencia de las mujeres mexicanas y la legitimidad de su movimiento, al considerarlo “manipulado” por “fuerzas conservadoras”.

Ya puestos a considerar esto de que dizque son “de izquierda”, si se considera el contundente y mayoritario escudo legislativo que tiene la coalición gobernante, no se entiende que no haya impulsado la aprobación de leyes para atender las más sensibles demandas de importantes sectores femeninos, como podría ser una ley sobre aborto libre, seguro y gratuito (la reunión de secretarias de Estado de la semana pasada podría haber servido para algo así, por ejemplo, pero quedó en pura palabrería). ¿Tendrá esto que ver con el silencio e inmovilismo en esos temas que López Obrador siempre ha mantenido y que sólo sus creencias evangélicas podrían explicar?