El Fondo y su futuro

El Fondo y su futuro
Por:
  • rafaelr-columnista

Desde hace veinte años soy autor del Fondo de Cultura Económica. En esa casa editorial he publicado siete volúmenes y varios capítulos de libros colectivos. Como el nuevo director designado, Paco Ignacio Taibo II, soy mexicano por naturalización. Así que creo tener algo que decir en el debate sobre la reorientación que se quiere dar a esa importante editorial.

Parto de la premisa de que el eje de la polémica sobre el futuro del Fondo no debería ser la nacionalidad de origen de su director. Es esa una perspectiva que envilece el debate, alienta los rebrotes de xenofobia que advertimos en diversos sectores de la sociedad mexicana y desvirtúa la tradición cosmopolita del gran proyecto cultural latinoamericano, fundado por Daniel Cosío Villegas hace más de 80 años.

Sin embargo, algunas expresiones recientes de Taibo II y sus seguidores en las redes no parecen honrar esa misma tradición. En entrevistas con los periódicos El Universal y La Jornada y la revista Nexos, el escritor ha reiterado que quiere acabar con el Fondo de Cultura Económica como refugio de “ex presidentes” y “elefantes blancos”. Pero desde el año 2000, cuando culminó la dirección de Miguel de la Madrid, los directores del Fondo han sido escritores o editores: Gonzalo Celorio, Consuelo Sáizar, Joaquín Diez-Canedo, José Carreño Carlón.

Ha dicho también Taibo II que uno de sus objetivos es rescatar clásicos de la época de Arnaldo Orfila como Los hijos de Sánchez de Oscar Lewis y Escucha, yanqui de C. Wright Mills. Resulta que Los hijos de Sánchez ya fue rescatado, en 2012, cuando se reeditó, junto con Una muerte en la familia Sánchez, con prólogo de Claudio Lomnitz y epílogo de Susan M. Rigdon. También me consta que hay una propuesta de reedición de Escucha, yanqui de Wright Mills, que se agregaría a la de otros libros más importantes de ese pensador norteamericano, como La élite del poder, que se reimprimió en 2013, y La imaginación sociológica.

Lo más preocupante es el propósito de fusionar el Fondo con Educal y otras imprentas del Estado, para reducir gastos y “racionalizar”, o sea, insertar la gestión editorial en la política de “austeridad” de López Obrador. Esa propuesta, que conduce a una subordinación mayor al Estado, sumada a la disminución del apoyo a las filiales iberoamericanas y al reforzamiento de la presencia de la literatura comercial, en contra del perfil académico de la editorial, traiciona la esencia del proyecto creado por el gobierno de Lázaro Cárdenas.

No es cierto, como dice Taibo II, que las universidades pueden hacerse cargo de sus publicaciones. Su rechazo a la “discusión ilustrada”, defendida por Fernando Escalante, Juliana González y José Woldenberg, es antiacadémico. Extraña ideología de izquierda esa que busca reducir el presupuesto editorial, privilegiar la novela “rentable” y desestimular las ciencias sociales. Suena más a mezcla de neoliberalismo y neopopulismo, como la que predomina en la izquierda latinoamericana en el poder.